Fotografía: José Ángel Hernández |
A la memoria de Nikola Tesla
¿De verdad pensamos que borrarse de Twitter es suficiente?
El tecnofeudalismo podría cuestionarse si esto fuese sólo un comienzo. Bienvenida sea cualquier toma de conciencia de la capacidad de manipulación que ejercen los nuevos amos. No les importa perder miles de millones para aumentar su poder sobre la sociedad. Antaño los señoritos compraban los votos. Alguien se rebelaba, rechazando las migajas: "en mi hambre mando yo". Hoy, al hambre física y a las guerras reales que siguen y que vuelven en este mundo de inequidad, se añade el hambre de fraternidad, el hambre de razón y de cultura, de sueños de un futuro vivible.
Se trataría, desde mi humilde punto de vista, de profundizar en esa conciencia antes de que tales poderes técnico-político-económicos anulen en la práctica toda forma de pensamiento propio. Porque no pensamos en el vacío. Se piensa a partir de una realidad, que tiene condicionamientos variables, pero muy eficientes. Uno de ellos se ha amplificado con las redes sociales: la influencia de la mentira. No hay defensa inmediata frente a la mentira.
Transformar nuestra vida hoy es darle una patada a las pantallas y salir a la calle, al campo, al mar; al encuentro de personas, libros, instrumentos musicales, árboles, pájaros, amaneceres... ¡A la vida! Sin miedo.
No pueden obligarnos a regalarles nuestra atención. ¡Hasta luego! No sois nada si no os entregamos nuestra atención.