La plaza ya no es la plaza,
que es una llanura abierta al mundo,
una hendidura como labios,
florecida,
aflorado abismo
ardiente en frutos y en palabras.
La plaza ya no es la plaza,
que es un corazón en mil latidos,
un tambor en redoble,
unitario,
alargada floración
diaria en frutos y en palabras.
La plaza
ya no es
la plaza,
sino
brazos y manos
apuntando
con los dedos
al infinito.
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