encostado ao rosto dos navios.
Sem nenhum destino flutuam nas cidades,
partem no vento, regressam nos rios.
Na areia branca, onde o tempo começa,
uma criança passa de costas para o mar.
Anoitece. Não há dúvida, anoitece.
É preciso partir, é preciso ficar.
Os hospitais cobrem-se de cinza.
Ondas de sombra quebram nas esquinas.
Amo-te... E entram pela janela
as primeiras luzes das colinas.
As palavras que te envio são interditas
até, meu amor, pelo halo das searas;
se alguma regressasse, nem já reconhecia
o teu nome nas minhas curvas claras.
Dói-me esta água, este ar que se respira,
dói-me esta solidão de pedra escura,
e estas mãos noturnas onde aperto
os meus dias quebrados na cintura.
E a noite cresce apaixonadamente.
Nas suas margens nuas, desoladas,
cada homem tem apenas para dar
um horizonte de cidades bombardeadas.
LAS PALABRAS PROHIBIDAS
Los navíos existen y existe tu rostro
apoyado en el rostro de los navíos.
Sin ningún destino surcan las ciudades,
zarpan en el viento, regresan en los ríos.
En la arena blanca, donde el tiempo comienza,
un niño pasa de espaldas al mar.
Anochece. No hay duda, anochece.
Es preciso partir, es preciso aguardar.
Los hospitales se cubren de ceniza.
Olas de sombra rompen en las esquinas.
Te amo… y entran por la ventana
las primeras luces de las colinas.
Las palabras que te envío están prohibidas,
hasta, mi amor, por el halo de las senaras;
si alguna regresase, no reconocería
ya ni tu nombre en mis curvas claras.
Me duele esta agua, este aire que se respira,
me duele esta soledad de piedra oscura,
y estas manos nocturnas con las que estrecho
mis días quebrados por la cintura.
Y la noche crece apasionadamente.
En sus orillas desnudas, desoladas,
cada hombre tiene sólo para dar
un horizonte de ciudades bombardeadas.
Traducción: José Ángel Hernández
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