¿A qué son debidos los
cambios, los aparentes giros de los gobernantes en cuestiones fundamentales
como los derechos sociales o la participación en intervenciones militares?
Pretender saldar las críticas
y las iniciativas que cuestionan el actual funcionamiento de las cosas con estigmas
y caricaturizaciones no es algo nuevo, mas refleja, cuando menos, incapacidad
para la argumentación y el debate, indigencia teórica y de talante democrático.
Es inaceptable desde el punto de vista intelectual (no digamos ético), por
ejemplo, aventar un término como "perroflauta" para intentar
desacreditar un movimiento ciudadano de protesta y reivindicación. Después,
cuando la gente habla de los políticos en general o de las multinacionales en
general, o de las instituciones en general, exigimos mucha cautela y
discriminación (necesarias siempre, no cuando nos lo dicta la ley del embudo).
Yo no creo, ni en esto, ni en
lo otro, ni en todo lo contrario. No creo. Observo y reflexiono. No todo son
hilos que se mueven desde ciertas esferas, evidentemente, pero dejar de intuir
los que existen, por más que nos los hagan transparentes, tampoco. ¿Qué ocurre
cuando los intereses privados o de un sector se anteponen en la práctica -nunca
en el discurso por supuesto- a los de la ciudadanía en general? Podemos ignorar
que la realidad alberga intereses confrontados y "creernos" los
discursos, la mercadotecnia que los niega. Pero ese burdo truco hegeliano no me
sirve. Las guerras son armas que se venden, zonas de influencia y control de
recursos. ¿Acaso el mercado y la economía responden en primer lugar a la
satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de la mayoría de la
población? El campo de la cultura no necesita ejemplos, por desgracia (hablan
cada día cineastas, hombres de teatro, editores, libreros, músicos…). Respecto
al saber en nuestros días... ¿En qué criterios implícitos, bajo que
condicionantes de perentorio pragmatismo se aprueban las líneas de investigación
prioritarias de nuestras universidades (las que sobreviven)? Comparemos el
precio de las matrículas universitarias de Francia y de España. Comparemos las
ayudas a los jóvenes. Es obvio que a los del “que se jodan” no les afecta
personalmente que tantos jóvenes se vean abocados a dejar la universidad o, por
su situación familiar, no se planteen siquiera la posibilidad de acceder, tengan
que marcharse a otros países en busca del trabajo que aquí se les niega o huir
de unas condiciones laborales denigrantes. Pese a esos brotes verdes que nos
pintan de vez en cuando, la realidad sigue siendo terca y demasiado cruda para
necesitar más descripciones: millones de parados, jóvenes sin futuro,
corrupción entre quienes exigen “sacrificio”, retroceso en derechos adquiridos
con sangre, sudor y lágrimas… Nos involucran en guerras sin tener la decencia
de plantearlo en las instituciones democráticas –no vaya a ser…
¿Vamos abriendo caminos? ¿O
vamos, con unos gobernantes sometidos, en dirección contraria? Y es en el
terreno de las alternativas donde uno echa en falta los brotes verdes. El viejo
fantasma de la división recorre la llamada izquierda. Pero este arduo tema
requiere mucho más que otro artículo para ser abordado en profundidad, con
todos los factores que intervienen, no solo los coyunturales. De nuevo:
¿interesa?
Las distintas fes (incluidas
las laicas) nos impiden ver, no nos dejan situarnos en ese equilibrio desde el
que se podrían conseguir grados de objetividad en los análisis y, en el terreno
de los proyectos, mayores cotas de libertad y bienestar social.
Hay demasiadas preguntas
incorrectas por formular correctamente. Pero no interesan, simplemente. No me
interesa tener razón. Cada cual que se pelee con las suyas. Ojalá me equivocase. Al menos
que no cuenten con nuestro silencio.
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