El nuevo recurso del lenguaje mágico-ritual consiste más bien en que la gente no lo cree, o no le importa, y, sin embargo, actúa de acuerdo con él. Uno no “cree” la declaración de un concepto operacional, sino que ésta se justifica en la acción: al conseguir que se haga el trabajo, al vender y comprar, al negarse a escuchar a otros, etc.
Si el lenguaje de la política tiende a convertirse en el de la publicidad, cerrando por tanto la separación entre dos campos de la sociedad anteriormente diferenciados, esta tendencia parece expresar el grado en el que la dominación y la administración han dejado de ser funciones separadas e independientes en la sociedad tecnológica.
(…) Las vicisitudes del lenguaje son paralelas a las vicisitudes de la conducta política.
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