Ciudadanos:
Quiero deciros esta noche que nunca hemos estado, que nunca desde hace cuarenta años Europa ha estado en una situación más amenazante y más trágica que esta en que nos encontramos en el momento en que tengo la responsabilidad de dirigiros la palabra. ¡Ah! ciudadanos, no quiero forzar los colores oscuros del cuadro, no quiero decir que la ruptura diplomática de la que hemos tenido noticia hace una media hora, entre Austria y Serbia, signifique necesariamente que la guerra entre Austria y Serbia va a estallar y tampoco digo que si la guerra estallase entre Serbia y Austria el conflicto se extenderá necesariamente al resto de Europa, pero sí digo que tenemos contra nosotros, contra la paz, contra la vida de los hombres en el momento actual, unas previsiones terribles y contra los cuales será necesario que los proletarios de Europa hagan todos los esfuerzos de solidaridad suprema de que sean capaces.
Ciudadanos, la nota que Austria ha dirigido a Serbia esta llena de amenazas y si Austria invade el territorio eslavo, si los germanos, si la raza germánica de Austria hace violencia a estos serbios, que son una parte del mundo eslavo y por los que los eslavos de Rusia demuestran una simpatía profunda, hay que temer y prever que Rusia entrará en el conflicto, y si Rusia interviene para defender Serbia, Austria, teniendo delante de ella dos adversarios, Serbia y Rusia, invocará el tratado de alianza que la une con Alemania y Alemania ha hecho saber que se solidarizará con Austria. Y si el conflicto no permaneciera entre Austria y Serbia, si Rusia se mezclara, Austria vería a Alemania tomar posición a su lado en los campos de batalla. Pero entonces, ya no será solamente el tratado de alianza entre Austria y Alemania el que entrará en juego, sino que será también el tratado secreto, cuyas cláusulas esenciales se conocen, que vinculan a Rusia y Francia, y Rusia dirá a Francia:
“Tengo contra mi dos adversarios, Alemania y Austria, tengo derecho a invocar el tratado que nos vincula, es necesario que Francia venga a ocupar un lugar a mi lado.” En este momento, quizá estemos en vísperas del día en que Austria vaya a lanzarse sobre los serbios, y entonces Austria y Alemania al arrojarse sobre los serbios y los rusos, será Europa en llamas, será el mundo ardiendo.
En un momento tan grave, tan lleno de peligros para todos nosotros, para todas las patrias. Y no quiero entretenerme buscando detenidamente las responsabilidades. Nosotros tenemos las nuestras, Moutet lo dijo y yo certifico ante la Historia que las habíamos previsto, que las habíamos anunciado; porque cuando dijimos que penetrar por la fuerza, por las armas, en Marruecos era abrir la era de las ambiciones, de las codicias y conflictos, se nos denunció como malos franceses y éramos nosotros quienes nos preocupábamos de Francia.
¡Esta es, desgraciadamente nuestra parte de responsabilidad!, y se concreta, si quieren tomar en consideración a Bosnia y Hercegovina que es el motivo de la lucha entre Austria y Serbia, y que nosotros, los franceses, cuando Austria se anexionaba Bosnia y Hercegovina, nosotros no teníamos derecho ni el medio de hacerle la menor reprimenda, porque estábamos haciendo lo mismo en Marruecos y teníamos necesidad de que nos perdonasen nuestro propio pecado perdonando nosotros los pecados de los demás.
Y entonces nuestro ministro de Asuntos Exteriores decía a Austria:
“Os pasamos lo de Bosnia y Hercegovina, a condición de que vosotros nos paséis lo de Marruecos” y difundíamos nuestras ofertas de penitencia de potencia en potencia, de nación en nación, y decíamos a Italia: “Podéis ir a Tripolitania, puesto que nosotros estamos en Marruecos, puedes robar en el otro extremo de la calle, puesto que yo he robado en la otra parte.”
Cada pueblo aparece a través de las calles de Europa con su pequeña antorcha en la mano y ahora tenemos el incendio. ¡Y bien, ciudadanos!, tenemos nuestra parte de responsabilidad, pero no oculta la responsabilidad de los otros y nosotros tenemos el derecho y el deber de denunciar, por una parte, la cazurrería y la brutalidad de la diplomacia alemana, y, por otra parte, la duplicidad de la diplomacia rusa. Los rusos que van quizá a tomar partido por los serbios contra Austria y que van a decir “Mi corazón de gran pueblo eslavo no soporta que se haga violencia al pequeño pueblo eslavo de Serbia. “Sí, ¿pero quién fue el que golpeó a Serbia en el corazón? Cuando Rusia intervino en los Balcanes, en 1877, y cuando creó una Bulgaria, digamos independiente, con el pensamiento de poner la mano sobre ella, dijo a Austria: “Déjame hacer y te confiaré la administración de Bosnia y Hercegovina.” La administración, ustedes comprenden lo que eso quiere decir, entre diplomáticos, y desde el día en que Austria-Hungría recibieron la orden de administrar Bosnia y Hercegovina, sólo tuvo un pensamiento, que fue el de administrarlas lo mejor posible para los intereses austrohúgaros.”
En la entrevista que el ministro de Asuntos Exteriores ruso tuvo con el ministro de Asuntos Exteriores de Austria, Rusia le dijo a Austria: “Te autorizaré a anexionarte Bosnia y Hercegovina a condición de que me permitas establecer una salida sobre el Mar Negro, cerca de Constantinopla.” El Sr. D’Ærenthal hizo una señal que Rusia interpretó como un sí, y ella autorizó a Austria a tomar Bosnia y Hercegovina; luego, cuando Bosnia y Hercegovina estaban ya en los bolsillos de Austria, dijo a Austria: “Ahora es mi turno en el Mar Negro.” “¿Qué? ¿Qué es lo que os dije? ¡Nada de nada!”, y desde entonces viene el conflicto entre Rusia y Austria, entre el Sr. Iswolsky, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, y el Sr. D’Ærenthal, ministro de Asuntos Exteriores de Austria; pero Rusia había sido el cómplice de Austria al entregar a los eslavos de Bosnia y Hercegovina a Austria-Hungría y de haber herido el corazón de los eslavos de Serbia. Es lo que la compromete en las vías donde se mueve ahora.
Si desde hace treinta años, si desde que Austria tiene la administración de Bosnia y Hercegovina, hubiera hecho el bien a estos pueblos, no habría hoy dificultades en Europa; pero la clerical Austria tiranizaba Bosnia y Hercegovina; quiso convertirla por fuerza al catolicismo; y al perseguirla en sus creencias, levantó el descontento de estos pueblos.
La política colonial de Francia, la política hipócrita de Rusia y la voluntad brutal de Austria contribuyeron a crear el estado de cosas tan horrible en el que estamos. Europa se debate en medio de una pesadilla.
¡Y bien, ciudadanos!, en la oscuridad que nos rodea, en la incertidumbre profunda en la que estamos sobre lo que será el mañana, no quiero pronunciar ninguna palabra temeraria, espero todavía a pesar de todo que a causa mismo de la enormidad del desastre que nos amenaza, en el último minuto, los gobiernos se contendrán y no tendremos que estremecernos de horror pensando en el cataclismo que implicaría hoy para los hombres una guerra europea.
Ustedes vieron la guerra de los Balcanes; un ejército casi entero sucumbió en el campo de batalla o en las camas de hospitales, un ejército formado por trescientos mil hombres, que yacen en la tierra de los campos de batalla, en las zanjas de los caminos o en las camas de hospitales infectados por el tifus cien mil hombres de los trescientos mil.
Hay que pensar lo que sería un desastre semejante para Europa: no sería ya, como en los Balcanes, un ejército de trescientos mil de hombres, sino cuatro, cinco y seis ejércitos de dos millones de hombres. ¡Qué masacre, qué ruinas, qué barbarie! Y es por esta razón, cuando la nube de la tormenta ya está sobre nosotros, por lo que todavía quiero esperar que no se consumará el crimen. Ciudadanos, si estalla la tempestad, todos, nosotros los socialistas, tendremos la preocupación de salvarnos lo más pronto posible del crimen que los dirigentes habrán cometido. Esperemos, si nos queda algo, si nos quedan unas horas, para redoblar los esfuerzos para prevenir la catástrofe. Ya, en el Vorwaerts, nuestros camaradas socialistas de Alemania se levantan con indignación contra la nota de Austria y creo que nuestra oficina socialista internacional ha sido convocada.
Sea lo que fuere, ciudadanos, y digo estas cosas con una especie de desesperación, no hay ya, en el momento en que nos amenazan de asesinato y de salvajadas, más que una oportunidad para el mantenimiento de la paz y la salvación de la civilización, y es que el proletariado una todas sus fuerzas que cuentan con un gran número hermanos: franceses, ingleses, alemanes, italianos, rusos, y que pidamos a estos millares de hombres que se unan para que el latido unánime de sus corazones aleje la horrible pesadilla.
Me daría vergüenza de mí mismo, ciudadanos, si hubiera entre vosotros uno sólo que pudiera creer que pretendo utilizar en favor de una victoria electoral, tan valiosa como pueda ser, el drama de los acontecimientos.Pero tengo derecho a deciros que es nuestro deber, el de todos vosotros, no desperdiciar una sóla ocasión de poner de manifiesto que estáis con este partido socialista internacional que representa en estos momentos, bajo la tormenta, la única promesa de una posibilidad de paz o del restablecimiento de la paz.
Pronunciado por el diputado socialista Jean Jaurès en Vaise, en las afueras de Lyon, el 25 de Julio de 1914. Recogido de Le Mouvement ouvrier pendant la guerre, de A. Rosmer. Marxist.org (unos días más tarde fue asesinado).
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