No es el peso de los años, que pueden aportar miradas más serenas, juicios sin lastres ni pasiones. Son las ausencias, las heridas que uno se infligiera, lo que flaquea ya dentro, la perspectiva de lo inevitable a cualquier plazo.
Ahora bien, aún me queda tiempo para amar. Si no en el tiempo, sí en la forma que logré aprender: darse. Ofrecer mi tiempo, mis esfuerzos, a la feraz tarea cotidiana del cuidado, de los vínculos libres, para nunca olvidarme de mí, de cuanto soy en y por vosotros.
Gracias. Dispongo de sonrisas porque abrazo; de arpegios, porque canto a la vida; de palabras, por no olvidar el sueño; de poemas, porque os llevo muy quedo en cada paso.
Aún me queda tiempo para amar.
Fotografía: María José Valdivia |
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