Fotografía: José Ángel Hernández
No parecen mis manos las de alguien que escribe con lápiz o con tiza. Adoran cortar por la mitad un tomate recién cogido de la mata, como les enseñaste, papá; añadir un pellizco de sal y llevarlo a la boca. Para ello no reparan en si las huellas digitales se ennegrecen de manera tan persistente, al entutorar o quitar chupones. Fregar unas sartenes ayuda algo. A mi guitarra tampoco le importa.
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