domingo, 9 de julio de 2023

No nos engañemos, quien calla...

 


La Cultura no es un bien exclusivo de un sector social. Sea cual sea nuestra relación con ella, nos afecta a todos y nos hace humanos. No se basta, por sí misma, para prevenir la barbarie, como vimos en el siglo XX, pero ayuda, siempre que preserve su componente ético esencial y no se convierta en una mercancía más. Lo saben quienes la ignoran o la combaten, y lo saben quienes la dignifican.

No nos engañemos. El problema de la cultura es el problema de la libertad personal y colectiva. Viene de lejos, como tantos otros, aunque en estos momentos existe un peligro real de retroceso histórico en lo que respecta a las condiciones de posibilidad de la expresión creativa, paralelo al ejercicio de derechos y libertades ciudadanas.

La vida se abre camino. La tierra se mueve. No acaba en Finisterre. La Inquisición quedó donde debía, con sus torturas y sus hogueras, mientras que el conocimiento siguió adelante. ¿Quién renuncia hoy a una operación de cirugía que pueda salvarle la vida? Pocos. Aunque no conozcan a Miguel Servet. ¿Quién renuncia a la libertad de pensamiento? Pocos. Aunque se haga dejación (que otro piense por mí). Aunque no sepan que el mismo Fray Luis de León fue condenado a cárcel por traducir el Cantar de los Cantares, entre otras razones.


¿Quién renuncia a su derecho al voto? Muchas personas. Aunque en teoría se estudie la historia constitucional de nuestro país (1812, 1933, 1978), e incluso cada familia guarde recuerdos, a veces terribles, de lo que costó defender y recuperar la democracia y las libertades. Con todos mis respetos. Considero que no votar es conceder. No exime de responsabilidad. Quien calla, otorga. Y lo que podemos otorgar tiene más probabilidades de ser peor o mucho peor que lo que no nos convence absolutamente. ¿Qué convence absolutamente? Las creencias, parece ser. Y quien confunde la fe con la política, es que tiene una formación democrática deficiente, por eso no se puede argumentar con ellos. No hay diálogo. Lo cual parece lógico teniendo en cuenta nuestra escueta tradición democrática.


La sociedad es compleja, los intereses son muy diversos. Se trata de gestionar lo mejor posible, pensando en el bien común o, cuando menos, de la mayoría. A buen entendedor…


Un saludo.







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