Quiero dejar constancia de algunas observaciones.
Los trabajadores de la sanidad pública atienden con rigor, implicación y humanidad. Siento un profundo agradecimiento y una sincera admiración por ell@s.
Detecto en su mirada cierto estrés. Es sabido que tienen poco tiempo, que necesitarían más recursos humanos que les permitieran realizar su labor con la calma necesaria. Pregunto cómo se encuentran y me confirman la intuición. "Hoy mismo nos falta un compañero que han desplazado a otro lugar por una situación concreta". Sé, por experiencia, que sacarán adelante la delicada faena, supliendo con su sobreesfuerzo la evitable circunstancia. ¿En qué han quedado los aplausos de la pandemia?
Por otra parte, veo una colilla de cigarro en el pasillo y otra en el váter, cuando la ley ya no permite fumar en todos los recintos sanitarios. Hay personas por civilizar.
Observo que bajo los asientos, incluso en los pasillos, hay polvo acumulado.
Considero que si en mi casa se forma borra, es mi problema. En un hospital, es un síntoma que afecta a todos los usuarios.
Me pregunto si el servicio de limpieza será subcontratado. Efectivamente. No responsabilizo a los trabajadores subcontratados, puesto que ellos padecen en primer lugar las condiciones de unas empresas que tienen que obtener beneficios además de cubrir los gastos del servicio. La responsabilidad será, posiblemente, de la empresa, de quien subcontrata y se supone que ha de supervisar, o de quienes se aprovechan y quienes se creen las monsergas. Me alegra comprobar que la eficiencia no consiste en privatizar.
Recuerdo conversaciones fruto del prejuicio contra funcionarios y trabajadores públicos. Recuerdo mi indignación y mi tolerancia, pese a todo.
Seguramente si observásemos, si analizásemos con algo de objetividad, podríamos reconocer y agradecer lo que, contra viento y marea, aún funciona gracias a tantas personas anónimas que garantizan una asistencia vital para tod@s y gracias a los que la defienden y no la venden poco a poco.
Seguramente no comulgaríamos con lo que deja de funcionar en el momento que pasa a ser negocio, en el momento que una parte de lo que se paga debe destinarse a beneficio privado, en lugar de a bienestar común.
Seguramente más gente votaría en conciencia y quizá no veríamos colillas dentro de un hospital.
Fotografías: José Ángel Hernández |
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