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| Fotografía: José Ángel Hernández |
El trabajo manual aporta perspectiva a nuestros pensamientos. La división del trabajo es inevitable en nuestra sociedad. Pero la separación absoluta de trabajo intelectual y trabajo físico es alienante en ambos sentidos. Convertirse en un apéndice de una máquina o en un animal de carga, no incentiva las facultades propiamente humanas. Limitarse al mundo de las ideas, sin conexión con la vida, nos hace frágiles, dependientes, inútiles en muchos aspectos.
Un niño que aprende a cuidar sus propias lechugas, aunque sea en un balcón, comprenderá que un alimento requiere tiempo, conocimientos, dedicación. Si utiliza un martillo, aprenderá nociones básicas de física, los peligros de esa herramienta, el esfuerzo que cuesta construir algo...
La separación entre ciencias y letras es una necedad. La separación entre trabajo físico y trabajo intelectual, una condena.

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