La literatura no es ni verdad ni mentira: es ficción. Mientras la memoria global se acuerde de recordárnoslo, la humanidad irá más o menos bien. Por eso José María Cumbreño (Cáceres, 1972) es un peligro para el equilibrio de la especie.
Es un poeta de lo real. Cumbreño se relaciona directamente con sus lectores, sin necesidad de que nadie (nosotras, por ejemplo) medie y se lleve porcentaje: “Todo paisaje realista es en realidad un paisaje simbólico./ Aristóteles decía que no se puede pensar sin imágenes” niega la ficción como posibilidad, porque la realidad es en sí misma un producto de nuestra imaginación. Los seres humanos hablamos de lo que conocemos y de lo que desconocemos: ambas cosas nos interesan por igual. En Genealogías, Cumbreño escribe sobre la familia, sea de sangre o de tradición. Manifiesta desconfianza hacia lo que se dice de ella. Supera complejos de Edipo por SMS o en el foro de www.solonovias.com, desenmascarando de paso a algún que otro rey de Tebas que asesinó a su padre a conciencia (“Kafka se inventó que se llevaba mal con el suyo con tal de escribir un libro”. Cumbreño es PADRE. Nos explica qué significa. A veces sospechamos que sólo es poeta para querer a su hija a través del arte: “Aunque las cosas sólo existen del todo cuando Irene las mira”. Y es más cosas, Cumbreño. Es un poeta que nos deja sin trabajo a los críticos. Es un creador de ficción que asumimos como nuestra realidad auténtica. Cumbreño. Poesía. Verdad.
Luces de Gálibo, Girona, 2011
Reseña en El Cultural, de A. Sáenz de Zaitegui. Publicado el 15/07/2011
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