Fotografía: José Ángel Hernández |
Permitidme que insista: sois entrañables. Disculpad mi intermitente gestión de un cúmulo de emociones. Siempre se espera algo, por justa correspondencia entre compañeros, pero las muestras de cariño que recibí me superaron. Muchísimas gracias, de corazón. He sido muy afortunado. Vuestras sonrisas cotidianas y las miradas de los niños han colmado mis días en la escuela. Dejo la "Escola Sant Sebastià" con una esperanza bien fundada. Creo que una escuela no es sólo una institución, no es un organigrama, ni un edificio, ni todos los laberintos burocráticos que fagocitan el sagrado tiempo. Es el factor humano. Y nuestra escuela cuenta con personas dedicadas, sensibles, entusiasmadas por lo que es, en esencia, la educación. Si me permitís una sugerencia, preservad el afecto humano que nos ampara frente a las adversidades. Preservad vuestro ser también en la escuela; sólo la diversidad de miradas aporta algo nuevo; sólo siendo nosotros mismos podemos enriquecernos, crecer y aportar a los demás. De otra forma la escuela sería un erial uniformizador, una máquina compleja y eficiente para triturar anhelos.
Me voy con esperanza porque he tenido la suerte de conoceros.
Mil gracias por todo.
Mil gracias también a l@s amig@s y compañer@s de Bonavista, una piña de afectos siempre presente, con quienes discrepar era un lujo porque, a la hora de la verdad, cuando había que sacar la cara por una compañera, por los niños y por la escuela de todos, se hacía por unanimidad, sin fisuras.
Mil gracias a las familias, una vez más. Y mil gracias, especialmente, a mis alumnos, que se empeñan en restituir la esperanza, sin saberlo.
Ha sido un verdadero privilegio.
Un abrazo muy fuerte.
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