martes, 28 de diciembre de 2010

EL AHOGADO


(EL POETA)


I

Sabe el río del color de sus aguas
como saben los pájaros sus nombres.
Conoce su textura, inútilmente,
como conoce el álamo
la oculta suavidad del envés de sus hojas.
Explora sus meandros como si no quisiera
reconocer los huecos de su cuerpo.
Sin interés, deshace sus orillas
con esa furia blanda que tiene la constancia.
Comprende que en la búsqueda
su cauce y su latido
han de encontrarse solos.
Intuye que es su rostro
el eco necesario a la risa del sol,
y que la luz descansa en lo profundo.
Sus manos, transparentes,
rozan la carne viva que le ofrecen
las desgastadas piedras de su fondo,
lavadas por el hambre de los siglos,
mas cuando palpan hombre se horripilan
ante el seco dolor que les augura
la voz estremecida del ahogado.


II


Me apoyo en el dolor
para decirle al agua
que es la hora de su cuerpo.
En el cauce la emplazo.
Sólo así me permite
llamarla a su destino.


Porque soy el ahogado,
el antiguo anfitrión
de la luz indecisa,
que proporciona al río
su necesario afán,
ansia de ser corriente.


Sin mí no existiría.
Siempre ha necesitado
mi inquietante presencia.
Porque del agua vengo
y el agua me convoca.


(fragmento del libro inédito Y sin embargo, el agua)

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