Llegar a la aridez con alegría, más allá
del rencor, encogerse de hombres. Hablar
del tiempo para guarecerse, no levantar
la voz aunque debieras. De pronto
ya no estás, eres horizonte, el vuelo
reducido a campana. Tomarlo como
viene, sin descifrar, para que no
se vierta. Y no haber sido, sobre todo
desconocerse. La aridez es el fruto, de lo externo
a tus entrañas, basta. A cielo abierto basta.
– LASTRA –
Tempero. Poesía Hiperión, Madrid, 2011
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