Trece años después del éxito de La lengua de las mariposas, José Luis Cuerda (Albacete, 1947) vuelve a llevar a la pantalla otro texto literario del escritor gallego Manuel Rivas. Todo es silencio, que inaugura hoy la Seminci de Valladolid, es un relato a lo largo de las décadas de cómo el narcotráfico y las redes de contrabando de las costas gallegas ha llegado a dominar la vida en los pueblos de la zona. Protagonizado por Quim Gutiérrez, Juan Diego, Miguel Ángel Silvestre y Celia Freijeiro, el filme combina varios géneros cinematográficos -del policíaco al melodrama- para describir la atmósfera de miedo y silencio que se apodera del entorno criminal de un pequeño pueblo, Noitía, dominado por un excéntrico capo. El director manchego habla en esta entrevista del film, de proyectos frustrados y de la situación de pesimismo que vive el cine español.
Pregunta.- ¿Qué le atrajo de una novela tan compleja de adaptar al cine?
Respuesta.- Los personajes, sin duda. Creo que casi por primera vez en mi vida he trabajado con personajes estrictamente cinematográficos, que no son otra cosa. El refrendo que se puede tener de ellos es más de una realidad mental que neorrealista. Yo no conozco a ese tipo de gente, ni ganas que tengo. Creo que representan ideas, pero por otro lado son personajes muy poliédricos, que tienen muchas facetas y callan más de lo que hablan. Ese tipo de juego me gusta.
P.- La influencia del narcotráfico en las costas gallegas es una realidad conocida, pero sus personajes muy poco tratados en el cine español...
R.- Siempre trato de situar a mis personajes en unas circustancias en las que se les permite ser, según sus tendencias psicológicas, lo más expresivos posible. En este caso me lo servían en bandeja. No me gusta hacer películas sobre ideas, pero el personaje de Juan Diego, el capo Mariscal, representa lo más reconocible del poder, y me gustaría que su personaje se viera como uno de esos secundarios estrafalarios y dicharacheros de las películas de John. Y luego está la encarnación de un poder menos reconocible superficialmente, que es el que interpreta Celia Freijeiro, que se ve en la necesidad de medrar a golpes, sobre todo con el personaje de Miguel Ángel Silvestre. En medio, hay un personaje más reflexivo, que es el de Quim Gutiérrez.
P.- ¿Qué tal el trabajo con Quim Gutiérrez, que es el auténtico protagonista de la historia?
R.- Estoy encantado con él y con su personaje. No sabes cómo se los prepara. Rellena blocs y blocs de anotaciones. Para mí es el actor que mejor tuerce la cabeza. Hay una especie de inclinación con esa torsión de cabeza que hace que es tremendamente expresiva. Cada actor demanda una forma de trabajar distinta. Hay quienes me piden ensayos y hay quienes no. Con Alfredo Landa, por ejemplo, llegó un punto en el que nos bastaba con mirarnos para comunicarnos, para decirle si ir más arriba o más abajo. Estoy de acuerdo con Chabrol cuando dice que el secreto de la interpretación es hacer un buen casting. Si tienes al actor adecuado, ya tiene el 80% del trabajo hecho.
P.- La ambición y la dificultad del proyecto pasa por combinar varios tonos. ¿Cómo se planteó la hibridación de géneros?
R.- Es una historia que abarca muchos años en la vida de los personajes, hay una elipsis de veinte años, y eso es algo que no pensé que haría nunca. Requiere un tratamiento distinto. Hay una parte más sintética, que es la parte de los niños, en la que tienes que suplir muchas veces con imágenes poéticas, porque yo tengo mucho respeto por la poesía y no me gustar malgastar palabras. Es la parte digamos más moderna de la película, que me permite hacer cosas más expresivas. Y luego el bloque policíaco de la película requiere otro tratamiento. Yo andaba acojonado con ella, porque no soy un director de acción sino más bien de mesa camilla, y hemos filmado persecuciones en barca, explosiones y digitalizaciones. Estoy muy satisfecho con cómo todo al final encuentra un tono.
P.- El modo en que en la historia todas las cosas importantes se callan le permite desarrollar algo muy cinematográfico, que es sugerir en lugar de mostrar. En este aspecto, ¿cómo ha buscado el equilibro?
R.- Uno de mis problemas comunicativos con el espectador es que yo cuento las cosas pero no las explico. Básicamente por pudor, porque respeto la inteligencia del espectador. Estoy viviendo un mundo que no me gusta un carajo, en el que lo que se valora es lo que se ve, y no lo que se pretende que debe traspasar la mirada. Los que hacemos cine parece que ahora tenemos que repetir las cosas dos o tres veces para que el espectador se entere. Esta película, una de las cosas que me gusta mucho, es que los silencios son muy elocuentes y expresivos. El esquema de cómo funciona el narcotráfico es muy simple, es el esquema del dinero, sin más. La relación es siempre mecánica, una causa-efecto inmediata. Lo que es importante es lo que se está callando porque en el fondo no se habla de dinero. El policía realiza su trabajo con veinte años de mala conciencia, de callar cosas, que le lleva a la perplejidad.
P.- ¿Ha sido un rodaje especialmente complicado?
R.- Ha sido un rodaje especialmente difícil, sí. Había muchas escenas de exterior y no ha sido sencillo. Cada vez soy más sensible a lo que me encuentro en el día del rodaje. Había días en que el nivel de la marea del mar variaba 60 metros, y entonces había que cambiar localizaciones constantemente. Hay tantas incidencias en el rodaje que todo te puede variar. Estas incidencias afectan también a la interpretación de los actores.
P.- Es algo muy propio de su cine contar las historias desde la mirada de los niños, la mirada del descubrimiento. También es así en Todo es silencio...
R.- Es lo único que me permite seguir creyendo en la Humanidad. Los niños. Yo me llevo muy bien con ellos, los entiendo bien, siempre nos hacemos cómplices, Procuro ganarme la suerte en el casting, que hago yo personalmente, no me gusta dejarlo en manos de ayudantes. Me gusta mucho trabajar con los niños y echarme una siesta en la infancia. Yo era un niño muy miedoso que además estuve un año en cama, que es algo que viene muy bien para hacerte artista.
P.- Alguien dijo que todo lo que importa nace en la infancia.
R.- A mí no me cabe la menor duda.
P.- Uno de los misterios del cine español es que José Luis Cuerda no haga más comedias. ¿Por qué?
R.- Bueno, en los dramas siempre meto algo de comedia porque si no no soportaría la vida. Como dijo Truffaut, soy un pesimista porque soy un optimista con información. Las opiniones que tengo del mundo no son muy positivas, pero procuro pasármelo bien porque tengo una visión hedonista de la vida. Para mí una de las leyes fundamentales de la comedia es la que escuché en una frase de Cortina rasgada, que creo que la dice Paul Newman: "Esto por una parte tiene mucha gracia pero por otra maldita la gracia que tiene". Eso es una condición fundamental de mis comedias. Estoy a gusto haciendo comedias, pero también quiero ser sincero conmigo. Tengo escrita una tercera o cuarta parte de Amanece que no es poco, pero ningún productor se atreve. En verdad es un proyecto para serie de televisivión. Ojalá me dejasen hacerla, pero ya ves las series que se hacen ahora.
P.- Es uno de los directores españoles más activos en twitter...
R.-Creo que sí. Pero es porque me viene muy bien al cuerpo. Soy un cachondo y me gusta escribir gilipolleces inimaginables. Necesito desparramar porque tengo sobreabundancia de gases y los saco por ahí.
P.- Para toda una generación joven de cómicos-cineastas, algunas películas suyas como Total o Amanece que no es poco son de auténtico culto. ¿Es consciente se ello?
R.- Sí, soy consciente de ello. Recuerdo que Angel Fernández Santos, que me gustaba mucho, dedicó una larga crítica de Total titulada "Total, nada". Básicamente venía a decir que la película es una mierda, que es una sucesión de chistes sin hilazón alguna que a los tres minutos aburre el espectador. Y esa frase me salvó, en realidad, porque ¿él qué sabe lo que siente el espectador? No puede saberlo. Luego fuimos al Festival de Montecarlo con la película y ganamos el Premio del Jurado, y se estrenó en Estados Unidos... En esa película hice el mejor plano secuencia de mi vida. Yo haría películas de este tipo, pero nadie las produce.
P.- Tampoco ha hecho finalmente El hereje de Delibes, que ha sido un proyecto muy perseguido y querido por usted.
R.- Delibes me llamó un día para decirme que estaba leyendo el guión que yo había escrito de la novela y que le gustaba tanto que estaba canturreando. Era algo muy raro en él, que era muy gruñón, sobre todo desde que murió su mujer. Es una película de cuatro horas que estrenaría en dos partes. Se podría hacer para televisión, pero dicen que es muy cara. No es más cara que Isabel, la verdad, pero es lo que interesa ahora, esa mirada conservadora. Le voy a contar una anécdota. Aznar solía invitar a Moncloa todos los años a algunas gentes del cine. Yo soy un rojo asqueroso, pero a mí me tocó un año ir y me preguntó si seguía empeñado en hacer El hereje, le contesté que sí, y me dijo que por qué andamos siempre dando vueltas a la leyenda negra. ¿Leyenda negra? Si los españoles nos matamos entre nosotros.
P.- ¿Qué opinión le merece la situación actual del cine español, tan dañado por los recortes gubernamentales?
R.- Se ha juntado el hambre con las ganas de comer. Es desconocer las normas más fundamentales de la economía, que las sé yo que soy de letras. Si subes el IVA, no vas a recaudar más, que es lo que se busca. Con ese sistema lo que vas a conseguir es un retraimiento de público. Así que Wert se junta con Montoro y así estamos. Hay una indefinición legislativa ahora mismo que hace que ningún productor quiera invertir.
Carlos REVIRIEGO
Publicado el 20/10/2012 en El Cultural
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