Este tipo de
datos relativizan la hipótesis que yo compartí durante un tiempo: que sólo la
vivencia de los dolores tempranamente reprimidos puede anular los bloqueos
emocionales. La experiencia no ha corroborado de forma incondicional esta
suposición. Lo cierto es que, hasta ahora, no se han investigado de manera
realmente sistemática los otros accesos a las emociones. (…)
Poder
expresarse –a través del canto, la música, la escritura, la pintura o la
cerámica- es siempre placentero. Tras leer el libro de Damasio, pienso que el
enfrentamiento con los traumas reprimidos no es la única, sino una de las
muchas posibilidades de descubrir la intensidad del mundo afectivo personal y
familiarizarse así con él. La ventaja de los otros descubrimientos radica en
que pueden cumplir una función constructiva y nutricia, que posibilita por
primera vez la integración de las antiguas experiencias dolorosas en caso de
que aún sea necesario. Sin embargo, los
viejos traumas se desvanecen la mayoría de las veces, pierden importancia en un
presente que ofrece al afectado la posibilidad de expresarse libremente y,
sobre todo, de mantener un estrecho contacto con sus sentimientos y necesidades
actuales. (...)
Correrá
menos riesgo de idealizar a personas y sistemas si antes se ha dado cuenta
exacta de cómo, en su momento, vivió cada palabra de su madre o de su padre
como si fuera la verdad suprema. Y puede ocurrir que, al escuchar una
conferencia realmente mala o al leer un libro realmente malo, sienta primero la
misma fascinación y asombro infantiles de entonces, pero al mismo tiempo
advierta el vacío que acecha detrás, o alguna tragedia humana que le produzca
escalofríos. A una persona así no podremos impresionarla con palabras
fascinantes o incomprensibles, porque se ha hecho adulta a partir de vivencias.
A fin de cuentas, una persona que haya padecido conscientemente su propio
destino en toda su tragedia, sentirá el sufrimiento del otro con mayor
intensidad y rapidez, aunque éste aún tenga que superarlo. No podrá burlarse de
los sentimientos de otro, no importa de qué tipo sean, si es capaz de tomar en
serio los suyos propios. No seguirá dándole vueltas al círculo infernal del
desprecio. (…)
El futuro de
la democracia depende de este paso adelante del individuo. Apelar al amor y a
la razón será inútil mientras estos pasos para esclarecer los sentimientos
sigan siendo obstaculizados. Es imposible combatir el odio con argumentos; hay
que comprender su origen y utilizar un instrumental que permita su
desaparición.
ALICE
MILLER, El drama del niño dotado y la
búsqueda del verdadero yo. Ed. Tusquets Ensayo, Barcelona, 2001
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