miércoles, 30 de octubre de 2019
Rayo azul. Nueva colección de poesía.
domingo, 27 de octubre de 2019
En las afueras
Aquí, en las afueras, acurrucados sobre lo que amamos, generamos, pero también esperamos. No un paraíso perdido, ni una verdad impersonal –que dejaría de ser verdad-, sino algún tipo de ternura, de calidez, de abrazo.
sábado, 19 de octubre de 2019
Sobre la argumentación
Nuestras consideraciones pueden resumirse diciendo que la
racionalidad puede entenderse como una disposición de los sujetos capaces de
lenguaje y de acción. Se manifiesta en formas de comportamiento para las que
existen en cada caso buenas razones. Esto significa que las emisiones o
manifestaciones racionales son accesibles a un enjuiciamiento objetivo. Lo cual
es válido para todas las manifestaciones simbólicas que, a lo menos
implícitamente, vayan vinculadas a pretensiones de validez (o a pretensiones que
guarden una relación interna con una pretensión de validez susceptible de
crítica). Todo examen explícito de pretensiones de validez controvertidas
requiere una forma más exigente de comunicación, que satisfaga los presupuestos
propios de la argumentación.
Las argumentaciones hacen posible un comportamiento que
puede considerarse racional en un sentido especial, a saber: el aprender de los
errores una vez que se los ha identificado. Mientras que la susceptibilidad de
crítica y de fundamentación de las manifestaciones se limita a remitir a la
posibilidad de la argumentación, los procesos de aprendizaje por los que
adquirimos conocimientos teóricos y visión moral, ampliamos y renovamos nuestro
lenguaje evaluativo y superamos autoengaños y dificultades de comprensión,
precisan de la argumentación.
Racionalidad
Cualquiera que participe en una argumentación demuestra su
racionalidad o su falta de ella por la forma en que actúa y responde a las
razones que se le ofrecen en pro o en contra de lo que está en litigio. Si se
muestra abierto a los argumentos, o bien reconocerá la fuerza de esas razones,
o tratará de replicarlas, y en ambos casos se está enfrentando a ellas de forma
racional. Pero si se muestra sordo a los argumentos, o ignorará las razones en
contra, o las replicará con aserciones dogmáticas. Y ni en uno ni en otro caso
estará enfrentándose racionalmente a las cuestiones.
An Introduction to Reasoning, Nueva York,1979
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A. Janik,
R. Riecke,
Stephen Toulmin
jueves, 17 de octubre de 2019
Lo esencialmente confuso, intrincado, es la realidad vital concreta, que es siempre única.
En las revoluciones intenta la abstracción sublevarse
contra lo concreto: por eso es consustancial a las revoluciones el fracaso.
La primera condición para un mejoramiento de la situación
presente es hacerse bien cargo de su enorme dificultad. Sólo esto nos llevará a
atacar el mal en los estratos hondos donde verdaderamente se origina. Es, en
efecto, muy difícil salvar una civilización cuando le ha llegado la hora de
caer bajo el poder de los demagogos.
¡Trámites, normas, cortesía, usos intermediarios, justicia,
razón! ¿De qué vino inventar todo esto, crear tanta complicación? Todo ello se
resume en la palabra “civilización”, que al través de la idea de civis, el ciudadano, descubre su propio
origen. Se trata con todo ello de hacer posible la ciudad, la comunidad, la
convivencia. Por eso, si miramos por dentro cada uno de esos trebejos de la
civilización que acabo de enumerar, hallaremos una misma entraña en todos.
Todos, en efecto, suponen el deseo radical y progresivo de contar cada persona
con las demás. Civilización es, antes que nada, voluntad de convivencia. Se es
incivil y bárbaro en la medida en que no se cuente con los demás. La barbarie
es tendencia a la disociación.
Los oiréis hablar en fórmulas taxativas sobre sí mismos y
sobre su contorno, lo cual indicaría que poseen ideas sobre todo ello. Pero si
analizáis someramente esas ideas, notaréis que no reflejan mucho ni poco la
realidad a que parecen referirse, y si ahondáis más en el análisis hallaréis
que ni siquiera pretenden ajustarse a tal realidad. Todo lo contrario: el
individuo trata con ellas de interceptar su propia visión de lo real, de su
vida misma. Porque la vida es por lo pronto un caos donde uno está perdido. El
hombre lo sospecha; pero le aterra encontrarse cara a cara con esa terrible
realidad, y procura ocultarla con un telón fantasmagórico donde todo está muy
claro. (…) Como esto es la pura verdad –a saber, que vivir es sentirse
perdido-, el que lo acepta ya ha empezado a encontrarse, ya ha comenzado a
descubrir su auténtica realidad, ya está en lo firme. Instintivamente, lo mismo
que el náufrago, buscará algo a que agarrarse, y esa mirada trágica,
perentoria, absolutamente veraz porque se trata de salvarse, le hará ordenar el
caos de su vida. Estas son las únicas ideas verdaderas: las ideas de los
náufragos. Lo demás es retórica, postura, íntima farsa. El que no se siente de
verdad perdido se pierde inexorablemente; es decir, no se encuentra jamás, no
topa nunca con la propia realidad.
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