martes, 12 de noviembre de 2024

Discernimiento y señales

 A quien se ve afectado por una tragedia sólo hay que ayudarle. No se debería esperar más que reacciones emocionales después de un sufrimiento como el que las imágenes reflejan apenas.

Otra cuestión es qué interpretaciones hace, qué conclusiones saca y qué actitud muestra aquel que se habrá visto afectado desde la comodidad de su casa, en el supuesto de que tenga algo de empatía.

El lodo que sigue cubriendo Valencia puede limpiarse, con tiempo y con medios. Otro lodo, el que cubre nuestra mente y nuestros corazones, es más dificil de arrancar.

La desconfianza hacia los responsables políticos, que salpica a las instituciones, venía calando por la escasa ejemplaridad de muchas de sus actuaciones, especialmente por la corrupción, que llegó a las más altas instancias. Pero también por la sensación de que las batallas políticas, cada vez más viscerales y polarizadas, parecían responder más a intereses ideológicos y partidistas (arañar votos) que a las necesidades reales y perentorias de la población.

En una situación como la que se ha vivido en Valencia, esa desconfianza, lógicamente, se agudiza y se escampa. Porque se evidencia que las consecuencias de un desastre natural son mayores y más hirientes cuando quien tiene que avisar lo hace tarde, mal y nunca, cuando quien tiene que solicitar y organizar la ayuda inmediatamente, lo hace tarde, mal y nunca (si se llega tarde, se pierden vidas y viene a ser no llegar).

A la desesperación no le podemos pedir que discrimine, que analice serenamente. Sin embargo, resulta imprescindible, habrá que hacerlo, aunque sólo sea para no volver a pasar por lo mismo tarde o temprano. A cierta clase de políticos hay que recordarles a menudo para qué son elegidos. Tienen amnesia.

Tendrán que trabajar muy duro algunos servidores públicos del ámbito de la política si quieren recuperar esa confianza perdida. No con discursos, por supuesto. Y menos aún con mentiras, huyendo de las responsabilidades o reincidiendo en los llamados simplemente "errores". 

Esta tragedia puede ser una oportunidad para cambiar muchas cosas. También la pandemia nos iba a enseñar. Pero para poder asimilar una enseñanza hay que querer, hay que estar predispuesto. A cierta edad ya nadie cree en los Reyes Magos. Pero, en tiempos de incertidumbre se necesitan convencimientos bien fundados. Algunos dirían esperanza. Se necesita sentir que el ser humano es capaz, también, de lo mejor. Los voluntarios son el ejemplo más reciente. Y no el único, si tenemos algo de memoria. Cuando se suspendieron las Fallas a inicios de la pandemia, fue una decisión muy impopular. En aquella ocasión unos politicos estuvieron a la altura de su responsabilidad, como en esta ocasión, los alcaldes que sí avisaron a tiempo. Ignoro su filiación política, porque es su responsabilidad lo que debemos valorar. Su ética. 

Por tanto, por mucho que se insista, la realidad muestra que "no todos son iguales". Se tratará de seleccionar mejor y con otros parámetros. ¿Qué requerimientos se establecen hoy para encumbrarse en el aparato de un partido y de una dirección política de la administración? ¿Hay oposiciones? ¿Conocimientos y experiencia en función del cargo que se desempeñará? ¿Aptitud y, sobre todo actitud? ¿Dónde se establece? ¿Quién evalúa y controla? 

El problema es que el descrédito no queda acotado, sino que tiende a impregnar a diestro y siniestro. Sugiero, humildemente, unos primeros criterios para elegir mejor:

- Quienes quieren pescar en la tragedia, descartados. 

- Quienes niegan las evidencias científicas del cambio climático, descartados. 

- Quienes difunden bulos, descartados. 

- Quienes anteponen sus intereses al bien común, descartados. 

- Quienes se creen en posesión de la verdad absoluta, descartados. 

Reparemos en que algunos odian toda política que no sea la suya. Y sólo se aprovechan de la democracia hasta que consiguen imponerse de una forma o de otra.

Exigir mejores responsables, sí.  Pretender que se quiten todos es absolutamente imposible. Alguien ocupará su lugar (posiblemente quien difunde el descrédito de todos los demás). Los dictadores de cualquier color intentan eliminar toda política que no venga de ellos.

¿Exigir responsabilidades? Inmediatamente.

¿Mejorar la organización, los protocolos, la legislación y lo que sea necesario? Por supuesto. ¿Seguir sembrando el odio, aprovechándose del dolor y del sufrimiento? De ninguna manera.

‌Antes de asumir responsabilidades, los irresponsables pretenden diluirlas, escamparlas y mentir, si es preciso. Como los niños que no han sido bien educados ("fulanito también").

¿Estamos predispuestos a aprender? ¿Lo están sus señorías? Eso sería el principio de una profunda y real regeneración democrática.

Ya veremos. A mí me parece que no hay otra opción digna. Las señales de la Naturaleza están ahí. Las de la sociedad, también.



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