viernes, 1 de noviembre de 2024

Polarización, estupidez, mentiras...



Ante una manifestación de presunta estupidez, intento (no siempre lo consigo) precisar mi interpretación, sopesar su exactitud, contener la indignación y evitar cualquier tipo de respuesta hasta conocer las causas de aquello que no puedo compartir, pero puedo intentar comprender. Es fácil etiquetar y quedarse tranquilo al tomar distancia (o creer que se toma).
Nos indigna especialmente lo que no queremos reconocer en nosotros mismos. Comprender siempre ayuda a buscar soluciones. Ver los problemas en los demás cuesta muy poco. Analizar en qué medida son también nuestros es otro cantar. Ello debiera reforzar nuestra humildad. 

El sesgo de confirmación es un concepto que puede iluminar las raíces de muchos problemas que se ponen de manifiesto con cada catástrofe pero que ignoramos rápidamente. ¿Cómo se puede negar lo evidente? El cambio climático no es una opinión. Un primo puede decir misa, pero que el Mediterráneo ha alcanzado los 30 grados este verano es un hecho. Y trae consecuencias terribles, como estamos viendo, si nos dejan las lágrimas. A ello se añade la gestión de una situación de riesgo, en la que hay responsabilidades. ¿Para qué los avances en la capacidad de predicción de la Meteorología si a la hora de tomar decisiones en consecuencia no se tienen en cuenta o se hace tarde, mal y nunca? 

¿Por qué hay cada vez más polarización? En el documental que sugiero se analiza cómo hay una tendencia hacia este fenómeno en el propio funcionamiento del cerebro. Las nuevas tecnologías están acentuando dicha tendencia. Por desgracia también cierta concepción de la política que no prioriza el servicio público, sino la ampliación partidista de cuotas de poder sin escrúpulos ni ética conlleva una polarización que fractura la sociedad, quiebra la lealtad institucional y sólo añade problemas a los problemas.
¿Por qué interpretamos la realidad de manera sesgada? La psicología ha analizado diferentes "sesgos". La utilización de éstos por parte de quien tiene algún interés y poca moral se pone de relieve en la instrumentalización de sentimientos de identidad, de pertenencia, de indignación, etcétera. Los déficits democráticos se nutren de la manipulación de emociones. La política rastrera, a diferencia de la que trabaja para la comunidad, utiliza cualquier posibilidad de manipulación.

¿Interesa aprovechar las conclusiones de la ciencia para buscar el bien común? Llegamos a la que considero cuestión esencial desde hace tiempo, y que cada vez se vuelve más urgente: la función social de la ciencia
De poco sirve tener bien identificadas las zonas inundables, mediante estudios rigurosos de especialistas. ¿Se tienen en cuenta para la seguridad de la población?
¿Quién aprovecha los estudios científicos? 

Con el actual desarrollo de la tecnología, de la IA, etcétera, podemos llegar a un punto de no retorno. Alguno de sus creadores ya está dando la voz de alarma. Deberíamos tomar las riendas de todas las ciencias. Los descubrimientos sobre cómo funciona nuestra mente nos interesan a todos, no sólo a quienes quieren vendernos algo, llevarnos hacia su redil... Los conocimientos sobre cómo funciona la Naturaleza nos interesan a todos, para que seamos conscientes de la necesidad de respetarla y no nos creamos las mentiras de quien puede tener intereses contrarios a su conservación.
Los algoritmos no tienen sentimientos, captan datos y actúan automáticamente. Sin embargo, reproducen fielmente los sesgos que derivan de nuestros comportamientos y de las características de las muestras que los conforman.
Afortunadamente nuestro pensamiento es sentiente, por eso comete errores, pero también acierta. Puede decidir algo tan infame como aprovechar una catástrofe para robar, pero puede superar el miedo y el instinto de conservación para ayudar a quien se encuentra en una situación límite. Las muestras de solidaridad son innumerables, especialmente entre los jóvenes. Que lo recuerde quien achaca a la juventud falta de valores. Quizá es que están cansados de discursos, desencantados...

Los datos reducidos a cifras no expresan el dolor, la desolación... 


 

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