Hace casi dos décadas me veía obligado a defender en debates y tertulias que nada de lo humano es ajeno a la poesía. Etiquetado inmediatamente, me veía obligado a defender el compromiso de quien aspire a escribir poesía con la búsqueda más rigurosa y autoexigente de la forma.
Han cambiado muchas cosas desde entonces. Nos damos de bruces con los lodos que vienen de aquellos polvos. Retornan a un primer plano las preocupaciones sociales. ¿Cómo no? Aparecen colectivos que editan su indignación.
Todo normal, incluso previsible, si no previsto.
Algunos seguimos solos. Afortunadamente hay compromisos que han de ser personales, que no pueden dejarse a merced de los vientos, ni de las corrientes.
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