No me sirve la erudición en sí misma. La sabiduría sí llama mi atención, porque
la percibo ligada al bien común. Lo admitamos o no, sin bien común no hay bien
individual en esta realidad global; y viceversa: no puede haber bien común
basado en la anulación del individuo. Por tanto, chata sabiduría nos brinda el
egocentrismo rampante y las dinámicas de competición despiadada.
Ignorancia,
miedo y, en consecuencia, odio, son los agentes de la actual erosión, de una
degradación ética evidente e insostenible.
Saber lo que no lleva camino es
fundamental, pero lo que necesitamos es afirmar para asirnos. Afirmar para
asirnos no a evanescentes ideas o constructos simbólicos coyunturales e
históricos, sino a lo concreto que podamos construir desde perspectivas
conscientes. Estas perspectivas tendrán que asumir necesariamente la anomia de
nuestro tiempo e intentar fundar sentido en base a lo que permanece como valor
transcultural y/o universal.
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