domingo, 22 de septiembre de 2024

¿Ya no necesitan quemar libros?



Por debajo de las tecnologías, de sus profundas secuelas, de sus evidentes efectos, los procesos de cambio, en nuestras vidas y en nosotros mismos, siguen su curso.

Me centraré en algún aspecto que se empieza a poner de relieve desde la psicología, la neurociencia... Nuestra capacidad de mantener la atención. La atención es la batalla, es el valor fundamental en nuestro tiempo, como bien saben quienes intentan raptarla a través de las pantallas. Cuanto más tiempo dediquemos a estos artefactos, más ganancias. Se investiga para crear necesidades y adicciones. La manera en que reacciona nuestro cerebro a los diversos estímulos sirve de guía para desarrollar plataformas, aplicaciones y formas diversas de secuestrar nuestra atención. Quienes sufren especialmente esta perversa estrategia son quienes no se han formado previamente mediante la palabra y la vida real.

Cada generación va teniendo más dificultades para desvincularse de estos aparatos.

 En este proceso se ha ido imponiendo lo audiovisual y lo breve. Es decir: el mínimo esfuerzo. Y los cerebros se van moldeando, como es sabido, a partir de lo que el medio les demanda o les ofrece.

¿Cómo quedará la memoria? ¿Dónde la capacidad de mantener la concentración?

¿Qué será de la voluntad?

Siento no despertar sonrisas, como mandan los cánones. Siento no utilizar música e imágenes, y escribir tantos "caracteres".

Es que siempre amé los libros y veo con tristeza lo que está pasando. Amé la cultura como requisito (no exclusivo, pero sí imprescindible) del crecimiento personal y colectivo. 

Los fanáticos de cualquier color pronto no tendrán necesidad de perseguir o quemar libros. Estarán de enhorabuena. Bien podrán celebrar los descerebrados su pírrica victoria. Por ignorantes, ignoran los estragos que causa la ignorancia.

Y ahora expresaré algo que romperá los diques del pensamiento dicotómico tradicional: soy firme partidario de las nuevas tecnologías. Firme no quiere decir incondicional. Partidario, si están bajo nuestro control, como cualquier máquina, y no al revés.

Un ejemplo: mientras realizamos faenas de limpieza, podemos escuchar conferencias de filosofía elegidas por nosotros. Ese uso de un aparato, en lugar de esclavizar, libera la mente de esas sensaciones de alienación que conllevan a veces ciertas actividades de las que se libraban los que dialogaban en el ágora. Hay innumerables ejemplos que ilustran el potencial de la tecnología para mejorar nuestras vidas. También, por desgracia, para anularlas.

Uno elige, me dirán. Si le dejan y ha aprendido a elegir. Tener toda la información a nuestro alcance no significa que tengamos la formación para apreciar, para discernir, para acceder a ella con criterio propio.

Por eso algunos libros nunca van a extinguirse, aunque se extinguieran la mayoría de los lectores y de los escritores. 



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