Fotografía: José Ángel Hernández |
El dolor y el sufrimiento ante una tragedia exige solidaridad. Habrá quien intente instrumentalizar para sus intereses el sufrimiento del prójimo demostrando, una vez más, su catadura moral.
En los peores momentos sólo cabe arropar, acompañar, intentar ayudar a quienes se han visto afectados por la tragedia.
Más adelante, será inevitable la reflexión sobre las causas de los desastres, sobre lo que podríamos hacer y siempre postergamos, sobre los grados de coherencia que nos exigimos. Porque hay tragedias anunciadas, cuando se frivoliza con el maltrato a la naturaleza, el calentamiento global, el cambio climático, como hay tragedias evitables, si hablamos de guerras, por ejemplo.
Habrá que escuchar, de una vez por todas, a la razón (estudios científicos) y al corazón (ninguna víctima más por la sinrazón de la usura). Para que, en el futuro, en este mundo que legamos a nuestros hijos, se pueda vivir sin miedo.
Que la calma no sea un intervalo entre tragedias anunciadas. Porque lo previsto y lo evitable interpela a nuestra conciencia.
Por el momento, los afectados necesitan algo concreto: ayuda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario