Por fin estoy consiguiendo un poco de continuidad en la lectura. Me llena. Confieso que es una necesidad. Me falta algo esencial cuando pasa el tiempo y voy postergando leer, escribir o coger la guitarra.
He decidido que cada día voy a reservar un tiempo fijo para estas actividades. Si no, no hay manera. Siempre tengo cosas que hacer.
¿Os suena?
Estoy disfrutando con este libro. Aborda temas sobre los que es inevitable reflexionar en algún momento de nuestra vida. Hilvana muy bien los conocimientos.
"En este mundo interpretado" aún nos quedan árboles secos que pueden calentar nuestro hogar en invierno, cuyas cenizas prevendrán plagas y fertilizarán la tierra. Su energía no depende de conexiones eléctricas. Mantener los bosques bien cuidados evitaría incendios debastadores.
Colocar leña es un buen ejercicio físico, si se realiza con prudencia.
Hoy me ha aportado algo de serenidad "en este mundo interpretado".
Lo importante, como casi siempre, está en lo que no vemos. Toda la vida que hay en la tierra, bajo esa superficie que miramos como mero soporte. No voy a extenderme, porque hay muchos especialistas cualificados, si queremos profundizar en la cuestión. Las universidades comienzan a estudiar y a colaborar con quienes se han aventurado a aplicar técnicas que, en lugar de esquilmar la tierra, la regeneran.
Por mi parte, para ceder protagonismo a la propia naturaleza, he optado por ir desarrollando lo que denominan un pequeño bosque de alimentos. Intento reducir el huerto a los pocos cultivos que se dan bien y que merecen la alegría en casa, para empezar a incorporar biodiversidad.
El huerto exige mucha dedicación. Si no hay continuidad, se echa a perder todo el trabajo previo. Por otra parte, es tan enriquecedor, que absorbe nuestro tiempo. No sé qué me aporta más, si el ejercicio físico que demanda o la satisfacción de estar inmerso en la naturaleza, aprendiendo de ella, disfrutando de ella.
Procuro favorecer el control biológico de las posibles plagas. He notado este año un incremento de la variedad de insectos "beneficiosos", de pájaros... Pero aún tengo que estar pendiente de añadir algún fertilizante orgánico casero, sulfatar con purines diversos que también he elaborado (aunque hoy ya se pueden comprar), etc.
Estamos a punto de probar esos tomates de sabor incomparable.
Os dejo con el "trabajo" de uno de los mejores insecticidas, junto con los murciélagos, que también nos visitan.
Desde hace algún tiempo, cuando me despierto por la noche, escucho el canto hermoso de un pájaro. Leo que los ruiseñores cantan también de noche.
Mi amigo de todas las mañanas, el carbonero al que no he tenido tiempo de construirle una casa de madera, aunque sí he preparado los materiales y consultado las medidas necesarias, me vino hace unos días con su compañera. Ayer aparecieron con sus pequeños. ¡Qué alegría verlos picotear en el olivo que me da sombra en verano! Parece que no necesitan tanta ayuda como pensamos. Simplemente un tiempo y un espacio propicio. Que los dejemos vivir en paz.
Aún no hemos encontrado la forma de poder disfrutar de un tiempo y un espacio propicio para todos y cada uno de los seres humanos. La naturaleza se expresa, pero no la escuchamos. En algún momento de este supuesto progreso dejamos de sentirnos parte de ella.
Me gusta comenzar el día observando qué ofrenda me tiene preparada.
Cada aspecto en el que profundizaba me parecía vital para el conjunto de la vida. El inmenso mundo de los insectos, con sus interacciones, las lombrices, su conocido potencial para regenerar la tierra, las aves insectívoras, las propiedades de las plantas para el ser humano, su asociación con las demás, su relación con la tierra y con otros seres vivos... Las leguminosas que fijan el nitrógeno de la atmósfera, las que descompactan el suelo y conservan en sus hojas gran cantidad de nutrientes, como la consuelda, las que atraen polinizadores en épocas de escasa floración, las que albergan organismos imprescindibles para controlar las plagas. En definitiva, uno aprende con pelos y señales por qué es necesaria la biodiversidad, al reconocer la función que cada ser vivo realiza para el equilibrio general de un ecosistema. Había comprobado la importancia de las mariquitas para evitar que el pulgón se convirtiera en plaga, la importancia de las luciérnagas para regular la población de caracoles y babosas. Mis hijos y mis alumnos aprendieron pronto a reconocerlas de día y a protegerlas.
El salto a otro nuevo universo vino al ir descubriendo el mundo del subsuelo, su microbiología. Ahí estaba la clave.
Saber que lo que uno cultiva está libre de pesticidas y de sustancias químicas dañinas para la salud y el medio ambiente es una gran satisfacción.
Sin embargo, la implementación de remedios ecológicos exige una atención permanente, la preparación de purines, la aplicación de técnicas que requieren, sobre todo al principio, tiempo, dedicación...
Lo cierto es que a final de temporada terminaba bastante agotado. Tenía la sensación de que, en cuanto al trabajo, la agricultura ecológica era más exigente y requería estar más tiempo pendiente de lo cultivado.
No quería ese nivel de dependencia. Así que había que pensar y seguir buscando alternativas.
Pensé que en la naturaleza no se dan las plagas sistemáticamente, que es el ser humano, con sus intervenciones, el que altera el equilibrio ecológico facilitando los problemas subsiguientes. El monocultivo, por lógica, favorece la rápida reproducción de ciertos insectos que no tienen cerca a sus depredadores naturales. Cuando se aplican insecticidas no sólo acabamos con el pulgón, la mosca blanca o la araña roja, por ejemplo, sino que matamos también a sus depredadores y a otros insectos benéficos, polinizadores, etc. Por lo tanto, lo ideal debería ser reproducir las condiciones de equilibrio que se dan en el medio natural.
Empecé a investigar qué plantas sirven de refugio para estos depredadores que controlan las plagas. Como era de esperar, en muchos casos se trataba de las denominadas "malas hierbas", aquellas que nacen espontáneamente y que nos parecían molestas o competidoras en el huerto. Comencé a traer del campo algunas (jara, retama, olivarda, etc.), junto a otras aromáticas comunes por aquí como hinojo, tomillo y romero, otras de uso diverso como borraja, cardo, diente de león... Al tiempo dejaba crecer en los márgenes las que surgían de forma natural. Dejé de comprar caléndula cuando comprobé que la silvestre sobrevivía mejor. Empecé a esquejar romero, lavanda, salvia...
El siguiente paso era preparar refugios específicos para los insectos beneficiosos, como crisopas, sílfidos, abejorros, mariquitas, abejas solitarias...
Hice una introducción de nesidiocoris y de crisopas.
Las golondrinas sobrevuelan nuestra casa al atardecer, los murciélagos cuando llega la noche. Un carbonero me visita de madrugada. Con todo lo que ha llovido esta primavera, no hay demasiados mosquitos. Aún no he utilizado el purín de laurel.
He recordado una conversación con mi padre, cuando aún se hacía preguntas.
- Pero, hijo, ¿cómo puede morir cada vez más gente de cáncer en el pueblo?
- Hoy hay muchos elementos que provocan cáncer y otras enfermedades, papá. Los animales no son criados como antaño, su alimentación y sus tratamientos llevan muchos productos dañinos. Los pesticidas y otras sustancias químicas que se echan a los cultivos...
- Claro.
En esta entrevista se menciona la cuenca del Duero.
Hay muchísimas razones, argumentos fundados y ejemplos que inquietan sobremanera. Desde una sustancia de las sartenes antiadherentes, hasta una medicación para partos difíciles o disruptores hormonales que vamos acumulando en nuestro organismo.
Al escuchar a este científico, experto en estas cuestiones, pienso que la afición a las películas de terror tiene su lógica. Cuando terminan, sabemos que son ficción.
No es necesario preguntarse por qué no se divulgan estos conocimientos. El negocio se iría acabando.
Quizá convendría preguntarse por qué no queremos saber sobre lo que nos está afectando de una manera directa. Preferimos no pensar y evadirnos. Agradezco profundamente a quienes se enfrentan a los grandes entramados de la perversidad. Me transmite esperanza comprobar que aún hay personas que estudian y difunden la verdad incómoda, que trabajan y viven con dignidad, honestidad y ética.
Actuar es también decidir qué postura adoptamos al consumir, el grado de coherencia que podemos desarrollar en nuestro trabajo y en nuestra vida cotidiana.