martes, 3 de junio de 2025

Mi itinerario en agricultura ecológica III

 



Vídeo y fotografía: José Ángel Hernández 




Cada aspecto en el que profundizaba me parecía vital para el conjunto de la vida. El inmenso mundo de los insectos, con sus interacciones, las lombrices, su conocido potencial para regenerar la tierra, las aves insectívoras, las propiedades de las plantas para el ser humano, su asociación con las demás, su relación con la tierra y con otros seres vivos... Las leguminosas que fijan el nitrógeno de la atmósfera, las que descompactan el suelo y conservan en sus hojas gran cantidad de nutrientes, como la consuelda, las que atraen polinizadores en épocas de escasa floración, las que albergan organismos imprescindibles para controlar las plagas. En definitiva, uno aprende con pelos y señales por qué es necesaria la biodiversidad, al reconocer la función que cada ser vivo realiza para el equilibrio general de un ecosistema. Había comprobado la importancia de las mariquitas para evitar que el pulgón se convirtiera en plaga, la importancia de las luciérnagas para regular la población de caracoles y babosas. Mis hijos y mis alumnos aprendieron pronto a reconocerlas de día y a protegerlas.
El salto a otro nuevo universo vino al ir descubriendo el mundo del subsuelo, su microbiología. Ahí estaba la clave.

(Continuará).

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