He recordado una conversación con mi padre, cuando aún se hacía preguntas.
- Pero, hijo, ¿cómo puede morir cada vez más gente de cáncer en el pueblo?
- Hoy hay muchos elementos que provocan cáncer y otras enfermedades, papá. Los animales no son criados como antaño, su alimentación y sus tratamientos llevan muchos productos dañinos. Los pesticidas y otras sustancias químicas que se echan a los cultivos...
- Claro.
En esta entrevista se menciona la cuenca del Duero.
Hay muchísimas razones, argumentos fundados y ejemplos que inquietan sobremanera. Desde una sustancia de las sartenes antiadherentes, hasta una medicación para partos difíciles o disruptores hormonales que vamos acumulando en nuestro organismo.
Al escuchar a este científico, experto en estas cuestiones, pienso que la afición a las películas de terror tiene su lógica. Cuando terminan, sabemos que son ficción.
No es necesario preguntarse por qué no se divulgan estos conocimientos. El negocio se iría acabando.
Quizá convendría preguntarse por qué no queremos saber sobre lo que nos está afectando de una manera directa. Preferimos no pensar y evadirnos. Agradezco profundamente a quienes se enfrentan a los grandes entramados de la perversidad. Me transmite esperanza comprobar que aún hay personas que estudian y difunden la verdad incómoda, que trabajan y viven con dignidad, honestidad y ética.
Actuar es también decidir qué postura adoptamos al consumir, el grado de coherencia que podemos desarrollar en nuestro trabajo y en nuestra vida cotidiana.
Mil gracias.
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