P. ¿Es optimista con respecto al futuro de la poesía?
R. Enormemente optimista. Vivimos una gran época de poesía, sobre
todo en los jóvenes. Y escuche una cosa: muy lentamente, los medios
electrónicos están empezando a retroceder. El libro tradicional vuelve,
la gente lo prefiere al kindle… prefiere coger un buen libro de
poesía en papel, tocarlo, olerlo, leerlo. Pero hay algo que me
preocupa: los jóvenes ya no tienen tiempo… de tener tiempo. Nunca la
aceleración casi mecánica de las rutinas vitales ha sido tan fuerte como
hoy. Y hay que tener tiempo para buscar tiempo. Y otra cosa: no hay que
tener miedo al silencio. El miedo de los niños al silencio me da miedo.
Solo el silencio nos enseña a encontrar en nosotros lo esencial.
P. Usted ha dicho alguna vez que se arrepentía de no haberse
arriesgado a lanzarse al mundo de la creación. ¿Es una espina clavada?
R. En efecto. Hice poesía, pero me di cuenta que lo que estaba
haciendo eran versos, y el verso es el mayor enemigo de la poesía. Y he
dicho también –y algunos no me lo han perdonado nunca- que el más grande
de los críticos es minúsculo comparado con cualquier creador. Así que
hablemos claro y no nos hagamos ilusiones. Yo soy tan solo un cartero,
soy Il Postino. Y estoy muy orgulloso de eso, de haber llevado el correo
bien a tantos y tantos alumnos. Pero no nos hagamos ilusiones.
P. ¿Quién no le perdonó? ¿Colegas suyos de universidad?
R. Así es. Es que en la universidad hay una vanidad descomunal. Y les
sienta mal que les digas claramente que son parásitos. Parásitos en la
melena del león.
P. Volvamos a la cuestión del poder del dinero. ¿Tiene usted
una explicación válida desde un punto de vista filosófico de por qué en
su día los electores de Italia y hoy de España decidieron y deciden
llevar al poder a partidos políticos enfangados en la corrupción?
R. Porque hay una enorme abdicación de la política. La política
pierde terreno en todo el mundo, la gente ya no cree en ella y eso es
muy muy peligroso. Aristóteles nos dice: “Si no quieres estar en
política, en el ágora pública, y prefieres quedarte en tu vida privada,
luego no te quejes si los bandidos te gobiernan”.
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