miércoles, 29 de enero de 2014

Despedida



Fracasé. Fue mi culpa. Lo reconozco.
Pero en manera alguna pido perdón o indulgencia:
Eso me pasa por intentar lo imposible.

domingo, 26 de enero de 2014

Afuerismo



Si tu sueño no accede a entretejerse,
para ti, para siempre.



jueves, 23 de enero de 2014

La huelga general



La huelga general (el sueño de Debs) es un cuento que escribió el genial Jack London (San Francisco, California, 1876-1916) en homenaje al sindicalista Eugene V. Debs (1855-1926), uno de los fundadores de la Industrial Workers of the World. El autor de La llamada de la selva, Colmillo Blanco, El lobo de mar o El vagabundo de las estrellas muestra en este relato su vertiente más anticapitalista, que podemos ver también en El renegado, Gente del abismo, Los de abajo o El talón de hierro.
Una huelga general vivida y contada desde el punto de vista de la burguesía. Una auténtica pesadilla para los poderosos, un sueño para las gentes oprimidas.


Laura Pérez Vernetti empezó a publicar en 1981 en la revista El Víbora, junto con guionistas como Carlos Sampayo, J. M. Lo Duca, Felipe Hernández Cava y Antonio Altarriba. Su obra trata preferentemente los temas de la literatura adaptada a la historieta, el cómic experimental, el cómic erótico y los asuntos sociales y políticos. Luces de Gálibo publicó en 2011 su libro Pessoa & cia.


lunes, 20 de enero de 2014

sábado, 18 de enero de 2014

Doce Tanka



Tarde de habas,
revientan al unísono
todas las cáscaras:
ligado yo a mi madre,
soy parte del soneto.



Frente a una chica
que no conoce el mar
estoy plantado
con sombrero de paja,
extendiendo las manos.



Se va rodando
el sombrero de paja
y yo corriendo
para alcanzarlo vuelvo
acaso hasta mi pueblo.




Con el amigo
que ha perdido el dejillo
de nuestro pueblo,
qué amargo el café moka
de la conversación.




Como semilla
que se hubiera sembrado
dentro del sol
arden calladamente
tu mejilla y la mía.




Al escribir
que la vida no pasa
de ser tan solo
una pregunta, pasa
febrero en la gaviota.




Envejecí jugando
al escondite y aún
soy el que cuenta:
¿a quién voy a encontrar
en las fiestas del pueblo?




Vengo corriendo,
me detengo de golpe
y me adelantan
los vientos con su voz,
clamando por su tiempo.




Un girasol
de pétalos resecos
dado en ofrenda:
la tumba de mi padre
ya es más baja que yo.




Carga el cadáver
de una mariposa
una hormiguita:
no sé hasta dónde irá,
mas no proyecta sombra.




Mi apartamento
y la celda que habitas
en esa cárcel:
los unen bajo tierra
viejos tubos de gas.




Froto el cerillo
y, en un instante apenas,
niebla en el mar:
¿hay acaso una patria
por la cual arrojarse?




Versión de Iván Díaz Sancho.

jueves, 16 de enero de 2014

Afuerismos...




Libertad:
lujo de poder prescindir.





Desaforadamente hacemos
por no hacernos.





Los cráneos vacíos,
cajas de resonancia.





Quan entendrem tot d'una
que la mentida parasita la veritat?




Els partidaris d'un pensament únic
és que no donen per a dos.





No desconfío de los políticos:
no les otorgué mi confianza.




En el país de los reyes,
el ciego es súbdito.








De Afuerismos (inédito)






lunes, 6 de enero de 2014

COPPINI




Vi a Germán Coppini en una de sus últimas actuaciones, allá por julio, en Madrid, que dada la velocidad con la que se ha movido el tiempo, impulsado por premuras más o menos acuciantes, parece ya una eternidad. Eran fiestas en Vallecas, territorio extraño, límite de algo, puerta abierta de la ciudad hacia los confines de la nada.
“Todo fluye”, escribió Heráclito, queriendo indicar, así lo interpreto, que todo cambia y nada permanece, ni en su aspecto externo, ni en ese fondo líquido de su interior. Cambia la percepción que tenemos de las cosas del pasado desde este presente que vivimos, sin habitarlo del todo, por desconfianza, tal vez por miedo. Cambia, porque nada es como era, ni siquiera lo que fue, pero, desde nuestra atalaya, apenas lo notamos. Algunos, por interés, cambian su memoria; pero, en general, la memoria nos cambia. No somos lo que creíamos que éramos. Tampoco somos lo que creemos que somos. Y lo sabemos.
Coppini pertenece a esa época, idealizada y mitificada, llamada “movida”, en femenino. Los que la vivimos allí donde surgió y tuvo repercusión, aquellos años en Madrid, sabemos que no fue fruto de la desesperación de una sociedad harta de sufrir al dictador Franco, una vez él descompuesto antes de muerto, sino el intento de imitar lo que en otros ámbitos y países se venía haciendo. Tampoco los integrantes de los grupos, que en aquellos años llamaron la atención de jóvenes, y no tan jóvenes, idealistas, traficantes de sueños, militantes de la utopía, formaban parte de aquellas vanguardias sociales destinadas a transformar el mundo y el ser humano. Aquellas banderas se rompieron con el primer vendaval democrático, los ideales de justicia y transformación se derrumbaron, como torres huecas, cuando les golpeó la realidad. Todo lo que se creó, pensando que la revolución era posible, se fue por el sumidero de la desilusión, entre jeringuillas y basura.
Malos tiempos para la lírica.
Queda la música. “Siniestro Total”, con Coppini, fue el mejor grupo de la época, en mi memoria desde luego. Cantaban, no solo por amor a la libertad, sino para desenmascarar las mentiras que la propia libertad guardaba en su interior. Luego se vio, vamos viendo, que en el edificio de la libertad hay escaleras, pisos, áticos, como hay sótanos y celdas de castigo, con licencia para matar.
Había algo en aquella época, que nunca ha vuelto. Era el afán por ser cada cual como quería ser, rompiendo con las reglas heredadas de los padres, de los rígidos colegios privados, de las carreras universitarias anticipadas desde el nacimiento. Era el deseo de ser diferente, de hacer lo contrario de lo que se ordenaba. Fue, en definitiva, un intento de liberación, que duró lo que duró; y sin embargo sigue presente,
Todo fluye; de otra manera. La última vez que vi a Germán Coppini, en Vallecas, cantando temas de “Golpes Bajos”, volví a ser joven. Y eso se agradece.


Publicado en El Diario Vasco, 6-1-2014

miércoles, 1 de enero de 2014

A cántaros








Tú y yo, muchacha, estamos hechos de nubes
pero, ¿quién nos ata?
Dame la mano y vamos a sentarnos
bajo cualquier estatua
que es tiempo de vivir y de soñar y de creer
que tiene que llover
a cántaros.

Estamos amasados con libertad, muchacha,
pero, ¿quién nos ata?
Ten tu barro dispuesto, elegido tu sitio,
preparada tu marcha.

Hay que doler de la vida, hasta creer,
que tiene que llover
a cántaros.

Ellos seguirán dormidos
en sus cuentas corrientes de seguridad.
Planearán vender la vida y la muerte y la paz.
¿Le pongo diez metros, en cómodos plazos, de felicidad?

Pero tú y yo sabemos que hay señales que anuncian
que la siesta se acaba
y que una lluvia fuerte, sin bioencimas, claro,
limpiará nuestra casa.

Hay que doler de la vida, hasta creer,
que tiene que llover
a cántaros.

(1972)