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viernes, 6 de diciembre de 2013

En el poema



La memoria del verso
es la voz de la poesía.
A ella le es dada la palabra.

Oculta el espejo su mirada
y descubre la fascinación
del enigma.

El poeta es expulsado
por su escritura.
No teme a Platón.




http://www.crearensalamanca.com/2013/12/dos-poemas-ineditos-de-enrique-villagrasa-traducidos-al-chino-rumano-croata-y-portugues-pinturas-de-miguel-elias/

miércoles, 17 de abril de 2013

Poema con Antonio Gala



“una vía de conocimiento. Eso es la poesía, y no una vía de comunicación.”
                                                                                           A.G.





¿En qué poesía hemos caído, Antonio, en qué versos,

en qué prosas poéticas nos perdemos?

¿Ya no podrá la lírica otras tardes

de ribera a ribera atravesar el Mediterráneo?



Sé que se va la luz monte arriba,

pero casi a oscuras y en silencio se escribe.

Hastiada ya el alma de tanta espera

ve que no hay rosas en el aire, sí espinas.

Y los cerezos olvidan dar flores en mi pueblo:

rápido envejece el verano

a la orilla del lento Jiloca.



¿Y qué habrá que escribir para que entiendan

los versificadores que no es eso, que no?

¿Cuándo la lírica moverá el mundo,

 y los sonetos las hogueras celebrarán?



La poesía se nos muere en las manos

y caen al trujal los versos desangrados.

Y en lugar de poemas encontramos

racimos ripios escritos en su raspa.

Tanto dolor para tan pocas lágrimas

en el Sur: fecundo en tradición poética.



Pero quizá y solo por una vez lloren

los otros poetas bellas lágrimas rotas.




(Jiloca: río que pasa por Burbáguena (Teruel), pueblo del autor: rico en cerezas y viñedos)

martes, 12 de octubre de 2010

POESÍA EXTRANJERA
Elegía
Mary Jo Bang. Traducción y prólogo de Jaime Priede.
Bartleby, Madrid, 2010. 132 pp.

Siempre se ha dicho que pobres de aquellos padres que tienen que enterrar a sus hijos. Y si la vida está llena de estos ejemplos dolorosos, que siempre serán demasiados, la literatura nos da razón y cuenta de algunos. En la memoria más reciente puede estar la muerte en Ginebra de Antonio, hijo del poeta José Ángel Valente, que plasmó en su premiado poemario “No amanece el cantor (1991), sin ir más lejos. Puede que la poesía en el caso de Valente y de la autora que nos ocupa, la sureña Mari Jo Bang (Waynesville, Missouri, 1946), sea la mejor respuesta o al menos sí la más adecuada a la tremenda y miserable pérdida del ser querido. Mari Jo Bang escribió “Elegía” tras la muerte de su hijo Michael Donner Van Hook, en 2004, había nacido en 1967, de su primer matrimonio. Una sobredosis se lo llevó y nació la elegía, que en sus versos no es más ni menos que “(...) el intento / de resucitar vida / en lo que una vez fue el que se ha ido / antes de crecer hasta la enormidad.” (Pág. 95). Mary Jo Bang, que tiene formación viajera y universitaria: sociología, medicina, fotografía, literatura y escritura, en distintos estados y paises, es hija de su tiempo: la década de los setenta con el apogeo del movimiento contra la guerra de Vietnam y la preocupación por la justicia social, y ha publicado cinco libros de poemas, incluyendo “Elegía” (2007), primer libro traducido y publicado en España. De él cabe señalar que fue uno de los mejores libros del 2007 en la lista de “Publishers Weekly”, y uno de los 100 mejores libros de 2008 en la lista de "The New York Times Book Review”. Pues bien, el texto que nos ocupa son 65 poemas de distinta factura, pero que ya desde el primer poema nos da la clave o claves interpretativas de los textos que en este caso sí son poemas del sentimiento que nacen de la vivencia más cercana del único hecho que nadie quiere ni para sí ni para otros, como ya he citado en la primera línea del texto. El dolor, la pena, la tristeza, la melancolía, la soledad, la añoranza y lo que quiera el lector añadir es lo que proyectan estos señeros versos, que fueron escritos en la inmediatez de la terrible pérdida, aunque no viesen la luz hasta tres años más tarde: “Dormir era una utópica fantasía / en la que quería caer” (Pág.75). El grito ante este dolor de la ausencia volcado en estos poemas le ayudaron a calmar, lo que no sé si el tiempo llega a aliviar; pero, el recuerdo siempre está en la memoria impenitente. La madre poeta escribe para descubrir el sentido de su vida y de la de su hijo. Es clarificador a este respecto el poema “Sonata a cuatro manos” (págs. 13-16) y sobre todo “Paisaje con caída de Ícaro” (págs. 40-41). Pienso que el asalto de esta muerte, a la poeta, le obliga a escribir uno de los textos más personales y sinceros que he leído en esta certera traducción de Jaime Priede. Con una grandísima intensidad de imágenes y metáforas: “Sal al escenario y sé tú mismo,” (pág. 95). Poemas, pues, desnudos, afilados, tal cual y nada sentimentales, que cortan la piel y duelen como corte de cuchillo de cocina: “Elegía del cielo azul” (pág. 77).

martes, 27 de julio de 2010

Imagen fosfénica
en el pétreo párpado
que no ve ni quiere
el verso que le acaricia.





Al ponerse el sol,
su sombra
oscureció tu casa.