martes, 30 de marzo de 2021

Hemos sentido miedo de no estar a la altura

Lleva casi cuatro décadas dentro de una Unidad de Cuidados Intensivos, trabajando por intentar dar una oportunidad de vida a personas a las que aún no les ha llegado la hora, pero nunca pensó que se enfrentaría a una pandemia como esta. Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) está al frente de la UCI del complejo hospitalario de Cáceres, quizá el que más ha sufrido esta crisis sanitaria. Dice que en estos meses ha vivido las experiencias más duras de su carrera porque en su unidad han despedido a muchas personas jóvenes, pero asegura que han luchado por cada una hasta el final. «Aquí se les aportaba lo mismo que se les podía aportar en cualquier UCI del mundo», afirma. Fuera del hospital, también es poeta (premio Loewe en 2018), pero el coronavirus le ha dejado en blanco, aún no le salen las letras. 

-Volvamos al mes de marzo, ¿recuerda qué estaba haciendo cuando ingresó su primer paciente de covid en la UCI?

Thank you for watching

-Era una mujer. Ingresó el 9 de marzo, el día anterior a mi guardia. El día que entré de guardia me encuentro con una paciente muy grave, con una sospecha de que podría tratarse de una infección por covid, aunque todavía no se sabía. Esa misma mañana bajé al servicio de microbiología y absolutamente consternados me comunicaron que era un coronavirus de alta virulencia. Era el primer paciente ingresado en un hospital y en una UCI en Extremadura. Evolucionó a lo largo de mi guardia de forma francamente mal, sufrió un fallo multiorgánico y falleció a las 48 horas del ingreso. Aquel fue el arranque de la pandemia.




 -¿Qué le diría a la gente?

-Que toda precaución es poca. Tenemos que regalarnos las navidades del año que viene y para eso hay que estar sanos y hay que estar vivos. La mejor manera de poder celebrar el año que viene la Navidad, la Semana Santa y el verano es que este año nos protejamos.

https://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/extremadura/hemos-sentido-miedo-no-estar-altura_1263328.html?fbclid=IwAR2yw6dVlVTCgUzi5YwVRt81xTf4DcDilPh-vEqko3DRGnbGmQNk_6eueks

lunes, 29 de marzo de 2021

Tener presentes a los demás –y quizás a uno mismo.

 

Tradicionalmente, y desde los griegos, el comportamiento que se ha querido evitar con la ética ha sido, bajo diferentes nombres, la intemperancia o akrasía, frente a la cual debía establecerse el cuidado y dominio de sí mismo. Pero en la actualidad la ética debe prestarse a impedir algo más básico, y es que estos dos fenómenos de la apatía moral, la alogia y la anestesia mencionadas, dejen maltrecha o exánime nuestra simple capacidad de juzgar. Esta facultad, congénita en el individuo, se encuentra en la frontera entre su razón y su sensibilidad. Si uno, el razonamiento, nos hace contar con los demás y nos permite proponer valores para la convivencia, la vida de los sentidos, como complemento, nos presta la experiencia de tener presentes a los individuos y de poder percibir, hasta con emoción, los valores elegidos con ellos. El juicio moral vive de lo uno y lo otro y contribuye a su supervivencia.

Ahora bien, en la era de la computación y de la realidad virtual hay menos ocasiones que en otras épocas para tener presentes a los demás –y quizás a uno mismo- y para percibir de igual modo sensible, acompañado de emoción, los valores y las creencias de la cultura. Una cortina de datos e imágenes nos ahorra, sin embargo, esta experiencia. Por eso, más allá del nihilismo o del relativismo de los que hoy nos quejamos, el más duro escollo para una ética en la sociedad de la información quizás sea cómo impedir que prosperen individuos informados pero indiferentes, inteligentes pero crueles. Lo ético es ya evitar la apatía y que se duerman los sentidos.



NORBERT BILBENY. La revolución en la ética. Hábitos y creencias en la sociedad digital. Barcelona, Ed. Anagrama, 1997






miércoles, 3 de marzo de 2021

Caminaré hasta donde








Caminaré hasta donde

nos permitamos

ir trenzando abrigo.

No me pidáis un paso

por los abismos

del resentimiento.





De Pavesas y Lar.

¡A los libros, ciudadanos!

 

Para hacernos,

pues amamos la vida,

creamos las palabras.