domingo, 31 de julio de 2016

Cabe la humildad





Apenas escuchados y leídos los más o menos sesudos análisis respecto a los resultados de las pasadas elecciones, me aventuro a exponer, con los riesgos de toda síntesis, lo que considero necesario no olvidar.
Básicamente hay dos factores que hacen perder a lo que se sigue llamando izquierda (obviemos el debate sobre las denominaciones).
En primer lugar, la baja participación, resultado del “desencanto”, que afecta especialmente a las teóricas opciones de cambio. Quienes no dudan de sus intereses o de lo que les han hecho creer que son sus intereses, suelen cerrar filas. ¿Hay razones objetivas para el desencanto? Bastantes. Y no me refiero a las campañas en contra, sino a las propias carencias y contradicciones.
En segundo lugar, la división. Aún seguimos observando cada día una atención casi obsesiva hacia quienes nos disputan el espacio político. Seguimos comprobando, en general, la atomización de opciones por territorios, por herencias ideológicas…
Hay otros factores, por supuesto, pero estos dos, con una larga trayectoria histórica en diferentes expresiones políticas, han sido y continúan siendo fundamentales.
Difícil abordarlos. Inevitable, si se quiere avanzar. Que cada cual se pregunte, si le apetece, su posicionamiento respecto a estos dos factores, pues tenemos la última palabra.
Personalmente, considero que la clave es, en cierto modo, una pizca de humildad. Echar balones fuera, seguir enrocados en nuestros planteamientos y no colaborar más que de manera oportunista, nos lleva a más de lo mismo. Ya estamos más que cansados del espectáculo, creo. De maniobras por un lado e inmovilismo por otro.
Se trata ya de solucionar los problemas o de constituirse en problema.



sábado, 30 de julio de 2016

JOSÉ MENESE








Me está pareciendo a mí
que hay quien no lleva su carga,
porque los más aliviados
sobre el más cargado descargan.


Paseo




Una garcilla alza el vuelo a mi paso por la isla de los Faisanes, hacia el cañaveral. Silueta de un Jaizkibel repoblado. Descanso frente a restos de la cimentación en madera de un puente romano. Dentro aún, la sombra del fresno junto a un cauce seco. Del ruido del mundo vacío el silencio.


lunes, 18 de julio de 2016

Amistad no se escribe





Hoy podría haber escrito mis mejores versos. Cultivar el tiempo. Caminar sobre un mar de palabras... Hoy, sin embargo, ha sido la vida la que nos ha abrazado, después de tanto tiempo.



domingo, 17 de julio de 2016

El patio. Recuerdos necesarios.










Conocidas las reglas, los movimientos de ciertas figuras, opté por todos los juegos. Me llamaban la atención los populares, en que éramos nosotros los que nos movíamos como nos dábamos a entender. Transformamos y adaptamos algunos, para que un compañero encontrase su sitio. Poco a poco abandonó su agresividad.
Pero no fue bastante. Estaban separados los espacios en nuestra mente. Tras consultar con mi madre, comencé a jugar a la goma, a la cuerda, a la rayuela... Pronto se fueron añadiendo otros niños. En pocos días comprobamos que a las niñas también les gustaba jugar a fútbol e incluso a rugby. El patio de la escuela, sin modificaciones físicas, pasó a ser diferente. No olvidaré nunca aquella alegría en la mirada de los compañeros y las compañeras.







Vencejo




En la acera de la Rambla, frente a las mesas de una terraza, acurrucada contra la pared, la mirada de un polluelo de vencejo. Recuerdo alguna lectura o conversación y lo cojo con cuidado. Apenas se ve a la altura de mis rodillas, abre las alas y remonta el vuelo.
Recuerdo entonces unas palabras que escuché sobre las golondrinas a un joven de aquellos que se tunean el físico:
- Estos bichos son la peste. Lo llenan todo de mierda.
Tuve que responderle:
- ¿Sabes lo que comen?
- No.
- Mosquitos.
- ¿Sí? ¡Pues me llevaría uno a mi casa!

Con el recuerdo del polluelo de vencejo llegamos al balcón.


domingo, 10 de julio de 2016

sábado, 9 de julio de 2016

El lógos de la responsabilidad






Pero en este espacio en el que cada lógos se encuentra, puede tener lugar también la preeminencia de algunos. Para alimentar esta preeminencia se necesita un poder que aniquile el espacio que, como tal lógos, debe ocupar el otro, o bien le impida desarrollarse. Si el lógos, la racionalidad, es una empresa individual, bastaría con impedir su evolución para que el tiempo que la phýsis necesita para crear su lógos se convierta en un tiempo muerto, en una degeneración. Lo más grave es que el lógos pierde, así, su carácter de intermediario, de método para vivir, de compañía en las decisiones, de juicio y crítica, de evolución y superación. Una prâxis sin lógos, sin principio rector, es imposible. Su imposibilidad se manifiesta en una especie de ceguera, en la que el principio del egoísmo hace regresar al hombre al principio siempre amenazante, porque nunca insuperable, de su animalidad.




EMILIO LLEDÓ. Memoria de la Ética. Ed. Taurus, Barcelona, 2015





martes, 5 de julio de 2016

Riesgo



Callarme ante la joven en prácticas que, inconscientemente, podía haber reducido nuestros sentimientos por la música a una serie de signos cuyo nombre debíamos memorizar.
Acatar el juicio de aquella perspicaz profesora que vaticinó que nunca aprendería a tocar la guitarra. ¿Habrá compuesto en su vida alguna estrofa?
No olvidar el nombre del que venía a leer el periódico y a dormir la siesta en clase.
Olvidar que Tomás, Leandro, Carmen, Reyes… nos escuchaban e intentaron cultivar la sensibilidad y la confianza en lo que nos hace humanos.
Ignorar el criterio propio que tanto incomoda a los necesitados de rebaños de cualquier color.
Desfallecer en la búsqueda, cada día más condicionada y más ardua.
No ser y no permitir ser.


domingo, 3 de julio de 2016

Globalienación




Fotografía: José Ángel Hernández





En la tribu de la globalización sólo económica, la naturaleza es un mero recurso, las personas son recursos, los conocimientos son recursos... Por tanto, el saber que aliente a ser, es prescindible e incluso un estorbo, si no coadyuva al giro en el vacío especulativo, del consumo absurdo y la depredación de diseño. Así nos luce la calva.







sábado, 2 de julio de 2016

Yves Bonnefoy, in memoriam



Desde el momento mismo en que emito reservas respecto al instrumento conceptual puede creerse que no soy amigo de la razón, que prefiero el juego libre de la imaginación, tal y como ésta aparece implicada en acciones y acontecimientos concretos de nuestra existencia. No es el caso. Pienso todo lo contrario: que la razón es el único motor concebible del posible progreso humano. ¿Por qué? Porque es capaz de deducir de la realidad empírica formulaciones que todos debemos aceptar, es decir, el mundo de la ciencia. Y, sin embargo, para llegar a esas formulaciones necesita reducir lo que estudia al estatuto de cosa, lo que hace de los objetos de su atención -y también de nosotros- entidades que parecen manipulables y que nuestro deseo querrá poseer, consumir, diría yo. De ahí que nuestra voluntad se vea destinada a perseguir lo irreal, a empantanarse en quimeras, a perderse en lo fantasmal. El pensamiento conceptual, cuando no es ciencia pura, se ve entorpecido por fantasmas que contribuyen a encerrar cada persona en su soledad y a empobrecer el gran intercambio posible.

P. ¿Cuál es el papel de la poesía en el proceso que describe?

R. Es en nombre de la poesía como hay que luchar contra esos fantasmas que empañan el pensamiento, contra esa confusión de la mente ocupada por motivaciones egoístas e inconscientes. La razón, que sabe que un gato es un gato y que dos y dos suman cuatro, nos permite ver de manera más directa cuáles son las necesidades humanas en este mundo. Para mí, la poesía es lo que libera la acción de hipótesis falsas, de representaciones que también lo son y en las que se pierde la palabra. La poesía hace que pasemos del espíritu de posesión, impulsor de equívocos y guerra, al deseo de participación simple y directa en el mundo.

P. El lenguaje está pues en el centro de su reflexión y de su manera de estar en el mundo.

La esperanza que deposito en el lenguaje es la que hace que parezca que no me intereso por los problemas contemporáneos. Mi reflexión, mi trabajo, consiste en dar prioridad a todo lo que puede ayudar de manera más radical y directa a mejorar la situación: no ataco los conflictos o debates del momento, uno a uno, sino que he optado por ir a buscar la raíz del mal: el desastroso empleo que nuestra modernidad hace del lenguaje. Obnubilados como estamos por el desarrollo del conocimiento científico -que, como tal, es admirable- y prisioneros como somos de las aportaciones tecnológicas -que pone más y más distancia entre nosotros y la experiencia de la realidad natural-, hoy sólo pensamos y hablamos de manera conceptual, es decir, sirviéndonos de nociones y representaciones generales, que nada saben del tiempo, que nos hacen olvidar nuestra condición de mortales, que nos impiden comprender el valor fundamental del instante vivido, que nos alejan de los demás seres, unos seres que sustituimos por la idea abstracta que nos hacemos de la humanidad y de cada uno en particular. Resumiendo: perdemos contacto tanto con la profundidad del lugar que ocupamos en la tierra como con la dignidad de las demás personas. Ésa es la maldición que acompaña nuestra palabra.



http://elpais.com/diario/2004/01/10/babelia/1073695150_850215.html

“Estamos matando los sueños de nuestros niños”


P. ¿Es optimista con respecto al futuro de la poesía?

R. Enormemente optimista. Vivimos una gran época de poesía, sobre todo en los jóvenes. Y escuche una cosa: muy lentamente, los medios electrónicos están empezando a retroceder. El libro tradicional vuelve, la gente lo prefiere al kindle… prefiere coger un buen libro de poesía en papel, tocarlo, olerlo, leerlo. Pero hay algo que me preocupa: los jóvenes ya no tienen tiempo… de tener tiempo. Nunca la aceleración casi mecánica de las rutinas vitales ha sido tan fuerte como hoy. Y hay que tener tiempo para buscar tiempo. Y otra cosa: no hay que tener miedo al silencio. El miedo de los niños al silencio me da miedo. Solo el silencio nos enseña a encontrar en nosotros lo esencial.

P. Usted ha dicho alguna vez que se arrepentía de no haberse arriesgado a lanzarse al mundo de la creación. ¿Es una espina clavada?

R. En efecto. Hice poesía, pero me di cuenta que lo que estaba haciendo eran versos, y el verso es el mayor enemigo de la poesía. Y he dicho también –y algunos no me lo han perdonado nunca- que el más grande de los críticos es minúsculo comparado con cualquier creador. Así que hablemos claro y no nos hagamos ilusiones. Yo soy tan solo un cartero, soy Il Postino. Y estoy muy orgulloso de eso, de haber llevado el correo bien a tantos y tantos alumnos. Pero no nos hagamos ilusiones.


P. ¿Quién no le perdonó? ¿Colegas suyos de universidad?

R. Así es. Es que en la universidad hay una vanidad descomunal. Y les sienta mal que les digas claramente que son parásitos. Parásitos en la melena del león.


P. Volvamos a la cuestión del poder del dinero. ¿Tiene usted una explicación válida desde un punto de vista filosófico de por qué en su día los electores de Italia y hoy de España decidieron y deciden llevar al poder a partidos políticos enfangados en la corrupción?

R. Porque hay una enorme abdicación de la política. La política pierde terreno en todo el mundo, la gente ya no cree en ella y eso es muy muy peligroso. Aristóteles nos dice: “Si no quieres estar en política, en el ágora pública, y prefieres quedarte en tu vida privada, luego no te quejes si los bandidos te gobiernan”.



viernes, 1 de julio de 2016

La abolición del tiempo



"Ese tiempo acelerado desemboca, no en una aceleración infinita, sino en una abolición del tiempo. Vivimos en la era del tiempo abolido, recientemente reemplazado por el tiempo de la engañifa. (...) Esa dañina dilución transforma en sordos a quienes ya no pueden oír una sinfonía completa, en iletrados a los lectores incapaces de leer libros largos (...). La muerte del tiempo mata a quienes viven en ese tiempo. (...) Somos sombras que vivimos en un teatro de sombras. (...) 

Ese movimiento no es fatal. Si bien parece imposible salirse de esta situación en el plano de la civilización -es demasiado tarde-, al menos se puede, en el plano de la subjetividad, crear y construir un contratiempo: un tiempo vivo contra ese tiempo muerto."


Cosmos. Una ontología materialista. Ed. Paidós Contextos, Barcelona, 2016