Dad al aire otra voz, por ENRIQUE VILLAGRASA

POESÍA EXTRANJERA


Elegía
Mary Jo Bang. Traducción y prólogo de Jaime Priede.
Bartleby, Madrid, 2010. 132 pp.


Siempre se ha dicho que pobres de aquellos padres que tienen que enterrar a sus hijos. Y si la vida está llena de estos ejemplos dolorosos, que siempre serán demasiados, la literatura nos da razón y cuenta de algunos. En la memoria más reciente puede estar la muerte en Ginebra de Antonio, hijo del poeta José Ángel Valente, que plasmó en su premiado poemario “No amanece el cantor (1991), sin ir más lejos. Puede que la poesía en el caso de Valente y de la autora que nos ocupa, la sureña Mari Jo Bang (Waynesville, Missouri, 1946), sea la mejor respuesta o al menos sí la más adecuada a la tremenda y miserable pérdida del ser querido. Mari Jo Bang escribió “Elegía” tras la muerte de su hijo Michael Donner Van Hook, en 2004, había nacido en 1967, de su primer matrimonio. Una sobredosis se lo llevó y nació la elegía, que en sus versos no es más ni menos que “(...) el intento / de resucitar vida / en lo que una vez fue el que se ha ido / antes de crecer hasta la enormidad.” (Pág. 95). Mary Jo Bang, que tiene formación viajera y universitaria: sociología, medicina, fotografía, literatura y escritura, en distintos estados y paises, es hija de su tiempo: la década de los setenta con el apogeo del movimiento contra la guerra de Vietnam y la preocupación por la justicia social, y ha publicado cinco libros de poemas, incluyendo “Elegía” (2007), primer libro traducido y publicado en España. De él cabe señalar que fue uno de los mejores libros del 2007 en la lista de “Publishers Weekly”, y uno de los 100 mejores libros de 2008 en la lista de "The New York Times Book Review”. Pues bien, el texto que nos ocupa son 65 poemas de distinta factura, pero que ya desde el primer poema nos da la clave o claves interpretativas de los textos que en este caso sí son poemas del sentimiento que nacen de la vivencia más cercana del único hecho que nadie quiere ni para sí ni para otros, como ya he citado en la primera línea del texto. El dolor, la pena, la tristeza, la melancolía, la soledad, la añoranza y lo que quiera el lector añadir es lo que proyectan estos señeros versos, que fueron escritos en la inmediatez de la terrible pérdida, aunque no viesen la luz hasta tres años más tarde: “Dormir era una utópica fantasía / en la que quería caer” (Pág.75). El grito ante este dolor de la ausencia volcado en estos poemas le ayudaron a calmar, lo que no sé si el tiempo llega a aliviar; pero, el recuerdo siempre está en la memoria impenitente. La madre poeta escribe para descubrir el sentido de su vida y de la de su hijo. Es clarificador a este respecto el poema “Sonata a cuatro manos” (págs. 13-16) y sobre todo “Paisaje con caída de Ícaro” (págs. 40-41). Pienso que el asalto de esta muerte, a la poeta, le obliga a escribir uno de los textos más personales y sinceros que he leído en esta certera traducción de Jaime Priede. Con una grandísima intensidad de imágenes y metáforas: “Sal al escenario y sé tú mismo,” (pág. 95). Poemas, pues, desnudos, afilados, tal cual y nada sentimentales, que cortan la piel y duelen como corte de cuchillo de cocina: “Elegía del cielo azul” (pág. 77).








Vivir sin poesía
Peter Handke. Traducción de Sandra Santana.
Bartleby. Madrid, 2009. 552 págs.



Cuando uno termina de leer “Vivir sin poesía” (Bartleby) del austriaco Peter Handke (Griffen, 1942) los recuerdos se amontonan, desde los ecos de Wittgenstein, Kierkegaard o Nietzsche hasta que la literatura es en primer y último lugar lenguaje. O sea que toda la realidad de la poesía recogida en este volumen se presenta en forma de lenguaje: “cada palabra / es una palabra-estímulo” (pág. 179). He aquí la sabiduría del poeta Handke, quien nos habla de la naturaleza absurda de los sistemas o del poder, desde su carga de singularidad o sea desde su yo: “Retiro la venda de la herida y la herida se ha quedado en la venda.” (pág. 73). Esto es algo que llama la atención, pues en la poesía de este autor existe una laberíntica reflexión del yo desde todas las ópticas posibles, sin olvidar la irónica: el poema 27 da buena cuenta de esto. Y podemos decir que la poesía de Handke es sorprendente en la medida en que el significado del poema no está en lo que quiere decir el poeta y sí en lo que piensa el lector a través del poema: “Estos límites de la tristeza.” (pág. 203). Creo que el lector es parte fundamental en esta obra dividida en cuatro partes: los 38 poemas de ‘El mundo interior del mundo exterior del mundo interior’; los 19 de ‘El fin del deambular’; el ‘Poema a la duración’ o la filosofía de Bergson: “estar solo, en compañía de la duración” (pág. 445) ó “la duración no es una experiencia colectiva” (pág. 451); y los tres últimos recogidos bajo el título de esta poesía completa, hasta la fecha, que es para mi donde da la talla del poeta que es: de necesaria lectura. En esta poesía vale todo y mezcla todo el autor, sobre todo en la parte de los 38 poemas, desde los aforismos a la poesía visual, a los títulos de películas; desde la narratividad más absoluta a los diálogos o a las enumeraciones propias de las esquelas aparecidas en periódicos. Títulos de créditos de películas o hit-parade. O sea mezcla de música, filosofía, fútbol y cine, política y cotidianeidad. Diríase que es el poeta de lo cotidiano. Lo que Handke hace en esta parte es provocar plasmando la realidad retorcida que le ha tocado en suertes y mostrando su idea del lenguaje. Es una relación intensa entre la sociedad y su creación: “Sólo cuando el acusado se enfrenta a una condena / nos damos cuenta / de que el condenado estaba acusado.”(pág. 257). Creo que el poeta ve la realidad desde su espejo: “No me miro al espejo, y me miro desde el espejo.” (pág. 71). De la parte de “El fin del deambular” me quedo con el terceto “El murmurar del árbol estival. / El crujir del árbol otoñal. / El crepitar del árbol invernal.” (pág. 359) ó “Me emociono pensando / a pesar de que no hay amor / y quisiera escribirte un poema.” (pág. 367, que se repite en la pág. 377), donde se pone de manifiesto el pensamiento breve y la economía del lenguaje para plasmar el momento, a la manera de los haikus o de la escritura fragmento: creo que como auténtico escritor prefiere esta forma breve, la del detalle. O sea la forma paradigmática de la experiencia: “Cementerio de Motparnasse: / es por la tarde / y los gatos saltan entre las tumbas / como instantes de vida.” (pág. 387).


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