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viernes, 12 de agosto de 2011

Estos niños





Estos niños que cantan y levantan
la vida
en los corros del mundo
que no son muro sino puerta abierta
donde si una vez se entra verdaderamente
nunca se sale,
porque nunca se sale del milagro.






sábado, 6 de noviembre de 2010

Porque no poseemos (La mirada)

I


     Porque no poseemos,
vemos. La combustión del ojo en esta
hora del día cuando la luz, cruel
de tan veraz, daña
la mirada ya no me trae aquella
sencillez. Ya no sé qué es lo que muere,
qué lo que resucita. Pero miro,
cojo fervor, y la mirada se hace
beso, ya no sé si de amor o traicionero.
Quiere acuñar las cosas,
detener su hosca prisa
de adiós, vestir, cubrir
su feroz desnudez de despedida
con lo que sea: con esa membrana
delicada del aire,
aunque fuera tan sólo
con la sutil ternura
del velo que separa las celdillas
de la granada. Quiere untar su aceite,
denso de juventud y de fatiga,
en tantos goznes luminosos que abre
la realidad, entrar
dejando allí, en alcobas tan fecundas,
su poso y su despojo,
su nido y su tormenta,
sin poder habitarlas. Qué mirada
oscura viendo cosas
tan claras. Mira, mira:
allí sube humo, empiezan
a salir de esa fábrica los hombres,
bajos los ojos, baja la cabeza.
Allí está el Tormes con su cielo alto,
niños por las orillas entre los escombros
donde escarban gallinas. Mira, mira:
ve cómo ya, aun con muescas y clavijas,
con ceños y asperezas,
van fluyendo las cosas. Mana, fuente
de rica vena, mi mirada, mi única
salvación, sella, graba,
como en un árbol los enamorados,
la locura armoniosa de la vida
en tus veloces aguas pasajeras.




Alianza y condena, Madrid, Revista de Occidente, 1965. Alianza Editorial, Madrid, 1995. Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, Zamora, 2001. Ediciones Cálamo, Palencia, 2009

lunes, 24 de mayo de 2010

SIEMPRE SERÁ MI AMIGO

Siempre será mi amigo no aquel que en primavera
sale al campo y se olvida entre el azul festejo
de los hombres que ama, y no ve el cuero viejo
tras el nuevo pelaje, sino tú, verdadera

amistad, peatón celeste, tú, que en el invierno
a las claras del alba dejas tu casa y te echas
a andar, y en nuestro frío hallas abrigo eterno
y en nuestra honda sequía la voz de las cosechas.