sábado, 23 de mayo de 2015

Decencia

¿DE QUÉ ES EL MIEDO?



Ciertamente en nuestro país es fácil ser pesimista. Cuando unos empiezan a trabajar duro para “sobrear”: es que la gente no se moviliza, aunque se hayan realizado miles de manifestaciones. Cuando las movilizaciones ya no se pueden seguir ignorando: eso es flor de un día, no hay organización política que canalice la indignación, ya hemos conocido otros momentos de asamblearismo. Cuando logran organizarse quienes intentan recoger ese caudal de rebeldía para conseguir su expresión política: ¿lo ves? tienen sus contradicciones.
Así no hay nada que hacer, así seguiríamos con una de las frases más asquerosas que se pueden escuchar: “es lo que hay”. O con aquella de un personaje de dibujos animados: ¡Oh cielos, qué horror!
Sin embargo, esas frases pueden ser síntoma de actitudes diversas. Quizá la pusilánime del “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”, con la conciencia tranquila, eso sí, (el pusilánime se viste con los harapos de la hipocresía), pues “me compadezco” de los millones de parados, de la pobreza infantil, de los jóvenes que tienen que exiliarse a otros países, de la degradación moral de quienes exigen sacrificios mientras se forran a costa del dinero público, etc. Quizá la actitud cínica de intentar que “los míos” se beneficien, saquen tajada de las nuevas situaciones generadas por el malestar social. Los míos pueden ser mi partido, mi comunidad autónoma, mi, mi, mi. “A río revuelto, ganancia de pescadores”.
A quienes descubren ahora las contradicciones de quienes luchan por cambiar las cosas, les diría que siempre existirán. Sólo el pensamiento único, el pensamiento de la jerarquía y el sometimiento absoluto, no revela sus contradicciones, aunque las tenga y las salde drásticamente.
Lo siento, no voy a ilusionarme. Pero tampoco desaprovecharé la oportunidad de expresarme con mi voto, aunque al día siguiente tendremos que seguir trabajando por todo aquello que nos parece justo, por la cultura -hoy ninguneada-, por el bienestar social, por los derechos y libertades que hay que recuperar… Es la gente de a pie, somos cada uno de nosotros, los que creamos la democracia día a día o dejamos que se pervierta su sentido.
Ya estamos acostumbrándonos a la utilización del miedo como herramienta política por parte de quien se aferra al poder político y económico. Antes “la prima de riesgo”, ahora la “recuperación” de quien no oye hablar de los parados…
A mí, personalmente, lo que me da miedo es lo que podemos esperar si nada cambia, si seguimos perdiendo derechos y libertades, si seguimos permitiendo que minen el futuro.
Concluyo con unas palabras que siempre escuché a mis padres: -¿De qué es el miedo? -Del cagajón que está quedo. Y ellos sabían, en propia carne, lo que hay que temer.
Si los políticos nos utilizan, utilicémoslos nosotros, como lo hacen quienes nunca dejarán de ir a votar por sus intereses.



miércoles, 20 de mayo de 2015

GENUINFLEXIÓN





 
Mal pensado, trabajar por la incultura tiene grandes ventajas.





domingo, 17 de mayo de 2015

DOLOR



Me sorprendo a mí mismo imprecando a las autoridades habituales y maldiciendo a los veinte demonios de Malta, a la legión de ángeles y arcángeles y a las once mil vírgenes (si es que las hubo), cuando, sin haberlo deseado, introduzco un pié (el izquierdo creo), en una de las múltiples zanjas con las que han abierto la espalda de la ciudad. Una señora, de trazos juveniles y, por apariencia, perteneciente a la clase de los que han dejado de cotizar y se dedican a vivir de lo cotizado (aunque pudiera equivocarme, nunca se sabe) me advierte que es actividad común el ir haciendo hoyos en época de elecciones. “¿Para qué?”, pregunto. “Para encontrar el tesoro”, recalca ella, y se ríe con cara pícara y se va. Y me recuerda a esos niños que desaparecen de la faz de la tierra, una vez que han dejado constancia de su paso por ella, por medio de la infinitud de travesuras que han ido pergeñando. He de reconocer que la risa es contagiosa y que me pongo a reírme yo también, sin saber muy bien por qué, hasta que un señor de aspecto grave me lanza una mirada admonitoria, como dándome a entender que la risa es pecaminosa, si no es en labios de infantes, locos y orates. Me recompongo y marcho en dirección contraria, no vaya a ser que el señor, vistas las consecuencias de su mirada feroz, quiera entablar conversación y echarme un sermón reglamentario, con inicio, nudo y desenlace.
Admiro a la gente seria, quizás porque yo no lo sea, o no lo sea en grado superlativo, pero me da un poco de temor la gente que ejerce su seriedad durante las veinticuatro horas al día, y en las fiestas de guardar; la que no se relaja ni de pascuas a ramos; la que considera cualquier acontecimiento que se salga de la normalidad como una tragedia; la que analiza la realidad en términos absolutos y cree que todo puede ir a peor, en lo mejor, o nada puede ir a mejor, en lo peor (que puede ser, no lo niego); la que nunca piensa que hay actos humanos que, por ser banales (o sea demasiado humanos) son irrisorios y completamente desdeñables; la que piensa que el juego debería estar prohibido, por ser una forma de distraernos de nuestro quehacer cotidiano; la que piensa como Gil de Biedma que envejecer y morir son los argumentos de la obra.
A mí la verdad, más que serios me parecen tristes, con todos los respetos por Gil de Biedma y demás poetas melancólicos. No hay mayor antídoto contra el dolor que la risa. Y el dolor sí es un argumento de peso. ¡Vaya que sí!

Publicado en DV, el 16-05-15

jueves, 14 de mayo de 2015

Afuerismo



No quisiera tocar las alas de la poesía.
Nunca podría volver a volar.