sábado, 31 de julio de 2010

HUIDA AL NORTE





A Lolo Benítez


Hace ya treinta años de esa fotografía:
Madrid, Carabanchel bajo, salesianos.

La infancia tiene nombre de barrios, de suburbios,
los años sesenta cosidos a un pajizo expediente:

Comillas, Buenavista, Opañel, San Isidro,
Abrantes, Vista Alegre y Puerta Bonita.

Ahora que has vuelto para enterrar a tu madre
suenan celestiales trompetas de obesos serafines.


 Esos murciélagos que acercan su vuelo
de radar y colmillo a la sala de espera.


Y ahí la magdalena del simio que en nosotros late
evoca instantes de pantalón corto y travesura.


Las veladas de boxeo en el Campo del Gasómetro,
la cicatriz del atochal y su virgen morena con garbo.


Las tardes de agosto en el camino viejo de Leganés,
las noches en los alrededores sombríos de La Chata.


El Puente de Toledo por donde circuló el tranvía,
los cuatro kilómetros que nos separaban del centro.


Santa María la Antigua, esa ermita mudéjar
que nos movía a todos un cierto espíritu bereber.


Carabanchel, balneario de las caravanas, descanso
de viajeros, guías y camellos, abrevadero y oasis.


Paseo de las Acacias, Glorieta de las Pirámides,
no quieres, por nada del mundo, volver a verlas.


Saliste del distrito hace cuántos años, sin destino,
siempre hacia el norte, camino siempre del manzano.


Atrás los cadáveres de nuestros párpados, las autopsias
cada veinte o treinta días al atravesar las fronteras.


Y así acudiste al reclamo de los valles de Baldornón,
los amores, las treguas en un caserón destartalado y húmedo.

El bambú no ha dejado de crecer en el exilio
para habitar en un libro mágico de Klaus Mann.


Un sanisidro barbudo, un quijote básico en Dublín,
en Bruselas, en Rotterdam, en Brujas o en Helsinki.


Una suerte de Jeremías Johnson de una estirpe
peninsular y endémica del campo de Zalamea.


Más de treinta años detrás de esa fotografía desteñida:
salesianos, dictadura, Mambrú se había ido a la guerra.



EPICURO MONTAÑÉS


A Toño Saro


Epicuro es la salud de todo drama:
el cólico renal puso fin a sus días.


Aspira los vapores del estío,
deja caer tu cuerpo bajo la higuera,
deletrea el porvenir sílaba a sílaba
y a lo pesado o a lo ligero o a lo divino
inyéctame el licor de la melancolía,
el bebedizo agridulce de la existencia.

Escucha cómo el roble raja la eternidad
y su voz se oye detrás de las ciruelas,
en la piedra seca de las fuertes fronteras.

viernes, 30 de julio de 2010

Are harantzago

Zertarako esku-argia
otsoaren soslaia lurrean
oinak amildegian sartuta
itzali eta gorde poltsikoan
berriro piztu
bulkada zentzugabeen
lotsa agerian utzi
sexurik gabeko bizitza irrikatu
musika, pintura, zientzia
txokolatezko maitasuna
lorezko biluztasuna
dena garbi, aratz
Peter Pan baino harantzago
are harantzago, are…



Aún más allá


Para qué la linterna
perfil de lobo en el suelo
los pies sumidos en el abismo
apagarla y guardarla en el bolsillo
encenderla de nuevo
mostrar la vergüenza
de los impulsos sin sentido
añorar la vida asexuada
música, pintura, ciencia
cariño de chocolate
desnudez floral
todo limpio, inmaculado
más allá de Peter Pan
más allá, aún más…





Haurrentzako koplak / Coplillas infantiles


Murgiltzen dira pentzetan
behiak itsaso berdetan,
belazeetan murgiltzen dira
behiak arraun-arraunketan.


En los prados se sumergen
las vacas en verde mar,
se sumergen en los prados
y se ponen a remar.



Hozkirri nakar elurra
zure masailen agurra,
elur hozkirri nakarrezkoa
izotz-lantxurde samurra.


Glaciares de fresco nácar
son tus pómulos si ríes;
de fresco nácar glaciares:
hielo, nieve, alhelíes.




Jantzi, mutiko, hegoak;
hegan, milaka legoak.
Hegoak jantzi, haika mutiko,
alde ez dezan itsasoak.


Vístete las alas, niño,
que tenemos que volar;
niño vístete las alas
que se va, se va la mar.




Bihotza joan-etorri
zure altzoan erori,
joan-etorri nire bihotza
zatiño bat, horra, tori.


Mi corazón se columpia
de mi pecho a tu regazo;
se columpia el corazón
y se te pega un pedazo.




Sudurra txiki-txikia
untxiak keinu bitxia,
txiki-txikia dauka sudurra
eta sarrera itxia.


Qué pequeña es la nariz
del conejo muecas-muecas;
la nariz es muy pequeña,
con sus dos bolsitas huecas.

jueves, 29 de julio de 2010

POEMA QUE HOSPEDA TÍTULOS Y MUERTE




La vida es un itinerario para náufragos
en la ciudad que nos asila
en un lugar apartado,
un coro de ánimas,
un cementerio.


La ciudad se desgrana
en rondas, calles y plazas.
Una ronda se va con el agua,
hay quien ronda en la noche,
también hay quien se bebe el aire.
Pero la ronda es del hombre,
quietas las calles y plazas,
escenarios de piedra
por donde el hombre pasa.


Puede ser la vida
una fiesta en la oscuridad,
¿o es la oscuridad el mar,
desembocadura de la vida?
Ojos enmarañados en el laberinto
de la belleza de las cosas que vieron
en los años de luz.
Encanto de la infancia,
alelados los ojos, admirados, asombrados.
Ansia de la juventud
por anclar en los cuerpos,
en los puertos amados.
Alas de vuelo aparte de la cumbre.
Madurez que crea la casa,
el recinto que se quisiera eterno,
las obras que quisieran pervivir.


Los años del anciano
se cubren de recuerdos confusos,
la mirada tiene un baño de lágrimas,
los ojos acogen un coro de ánimas
de las vidas amadas que se fueron.
El cuerpo que quiere más
de lo que puede.
El poema se concibe,
se baña en color solo,
estalla la luz en la noche de San Juan,
el disfraz nos lleva a un antiguo amor,
a una fiesta en la oscuridad,
algo como un remoto mar
se ha puesto en el amor,
que el demonio convierte
en una bacanal para el llanto.
Estalla la vida confusa y detallada
como en una pintura de “El Bosco”,
amanece en la ciudad,
no hay peor mentira
que la verdad que ronda
bajo un disfraz de títulos,
una noche que se dijo de San Juan
era de mayo,
iba disfrazada de aroma de vida y de muerte,
llevaba un arcángel de ceniza
en los sepulcros de la luz.
Dos hermanos llevaban una corona
fúnebre del hijo a la madre,
por deseo de la hermana y la hija.
Las flores que derramamos
sobre los muertos son trágicas
cuando no les llovió pétalos en la vida.


La sincronía me llevó
a una ronda de coronas y encuentros
que llevaban a la iglesia y al cementerio.


La vida es un itinerario para náufragos
en la ciudad que nos asila
en un lugar apartado,
un coro de ánimas,
un cementerio.

 

miércoles, 28 de julio de 2010

EL POETA RAINER MARIA RILKE SE ASOMA AL TAJO DE RONDA


Era una tarde con aire
azul mineral
y algunos leves cirros cuyas formas agudas
llamaban al cincel y al pensamiento.
Intuía el poeta
la hondura de un canto lejano,
más allá del sinsabor de ese febrero
de lija eficiente como un poso de herrumbre.
Pensar, pensaba Rilke, que el alma en aflicción
es así domeñada por vástagos -los hijos, las obras-
fieros y dulces que al vivir la encarcelan,
y que cada suavidad, al tiempo que acoge,
esconde una razón de amor más difícil
y oscuro; pensar
que esta serranía donde el vértigo mora
muy a duras penas abriga el aliento
de la tez marismeña o las atlánticas playas,
bálsamo volandero que quizá con su sal
también habría de escocer como un beso.
Pensar que allí, en tal filo señero, tantas veces
se habrían incendiado los ojos
de los amantes del ocaso, bien plenos
y alegres y sencillos y puros.
Pensar, lloraba Rilke,
que Andalucía era ese tajo en recóndita raya
del alma, una tierra grande –igual de grande
que el dolor más inmenso-
donde, sin asestarse la muerte porque no lo merece,
hallar el descanso crucial como un signo:
siempre son un don nacer y extinguirse,
nunca algo conminado, tampoco en esta patria
aérea.
             Aquella tarde fría,
las aves revolaban dando gracias al cielo
jaspeado de blanco y encendido carmín.




VIOLETAS DEL SOLDADO



Violetas en el terrado; el añil
apagando la tarde en las palmeras
mientras llega el invierno; las ringleras
de los días como un asunto vil…

He mirado pasar las primaveras
ajándose mi vida en el pretil
de un puente turbulento o un atril
de música donada en las trincheras.


Porque yo lucharé, me repetía.
Con el canto en los labios, cada noche
los astros miraré por mi veranda.

Y así, revolución y poesía
fueron vaciándome en derroche
con mi gorra de dril y quien me manda.

martes, 27 de julio de 2010

Imposible olvido




Es imposible el olvido,
hacer la noche delgada,
un entumecimiento, rasgarla.
Es imposible el olvido,
iluminar la noche con esa vanidad total
que la hace
irreconocible,
una noche nueva, ahora inventada
bajo una nueva luz, densa y opaca,
ya nocturno esplendor descolorido.
Es imposible el olvido,
rociar con su medida ración de odio
a la tristeza, mirar,
obstinadamente mirar, a través de
un cristal cuya transparencia es una máscara,
cristal dibujado para mostrarse sólo
a sí mismo, ocultar cuanto hay
al otro lado y te estaba mirando.
Es imposible el olvido,
vendaje que apenas cubre la herida,
página que desdice la alegría.
Es imposible el olvido.
Sólo el perdón, tal vez sólo el perdón,
alivia al recuerdo de su cárcel de ceniza.








Lo que de la lluvia queda


El corazón se va quedando solo
JOSÉ ÁNGEL VALENTE




Flotas en el aire hecho forma
en las nubes,
                      resbalas sobre el barniz
del tiempo,
                  avanzas en edad y en oscura
transparencia,
                       entras en un territorio
quieto y solitario.
                             Cosas, ideas, personas
también se deslíen en el corazón y
los días alargan las sombras de los amigos
hasta llevarlas al otro lado del sueño.
Te acercas a la tumba
sin necesidad de moverte,
                                           y te acercas solo,
en esa soledad
                         pequeñita
de los charcos que
                               la lluvia
                                             abandona.
Imagen fosfénica
en el pétreo párpado
que no ve ni quiere
el verso que le acaricia.





Al ponerse el sol,
su sombra
oscureció tu casa.
CONOCIMIENTO



Ya la vi en los primeros días que recuerdo. Al principio la gota estaba a una altura inalcanzable: en las cimas de los grandes árboles, pendiente de una hoja invisible. La distancia no difuminaba la imagen, y percibí en su interior algunas palabras borrosas. Con el sol del verano la gota de agua aparecía sin sujeción en el horizonte.

Conforme crecí la gota descendió hasta el alero de un tejado. Mis años fueron el imán que me acercaba a una esfera de palabras siempre ilegibles. Llegaron los días violentos de la juventud y ella los acompañó desde una tapia. En la edad que precede a la vejez la encuentro suspendida de los arbustos y hierbas. Solitaria, sobresale incluso en medio de la lluvia.

Los viejos no caminan con lentitud por culpa de la carga del tiempo; sólo intentan no pisar la gota de agua caída al suelo de los últimos caminos que recorren. Hasta que los pies cansados rompen esa pequeña bolsa líquida. De ella salen libres las palabras indescifrables cuyo significado, por fin esclarecido, nadie puede transmitir.



LADRÓN DE PALABRAS

 
Inventé excusas y tuve la llave para abrir la puerta del colegio. Terminadas las clases, vi el aula silenciosa y, sobre la mesa del profesor, un diccionario que deslicé en mi cartera. Los remordimientos aumentaron el peso del libro.

A la noche me encerraba en una habitación de mi casa y extraía la única obra de la biblioteca. Pero pronto la leí en presencia de la familia, y los padres creyeron que hojeaba un volumen de aire entre sus útiles de trabajo. Solamente la hermana se dio cuenta de la caída de unas páginas, descosidas como mi conciencia después del hurto.

Llegaron entonces los malos sueños en que una rebelión de niños abría las tapas grises y duras del tomo, patrullaba con ira por los caminos de los verbos, tomaba al asalto las ciudades del vocabulario y dejaba un campo de ilustraciones y etimologías incendiadas.

En otras pesadillas, el placer de descubrir la palabra tundra contenía la sombra de mis amigos atrapados en el hielo y el musgo. Sus cuerpos rodaban por una ladera en el vocablo alud. O padecían sed cuando me alegré por el conocimiento de la voz estepa. Escribí frases cuyos significados se hundían si pensaba en los compañeros de escuela a los que privé del libro.

El robo fue germinador. En unos meses conseguí comprarme varias novelas de Pío Baroja y con las expresiones aprendidas hice mi refugio.

El diccionario envejeció conmigo. No devolví esa llave de culpa y felicidad.





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Estos dos poemas en prosa de Francisco Javier Irazoki pertenecen a “Los descalzos”, el libro que escribe actualmente. Fueron recientemente publicados en Babelia, el suplemento cultural del diario El País.

viernes, 9 de julio de 2010

pienso en el calor que arruga la palabra
alrededor de su hueso el sueño que se llama nosotros





El hombre aproximativo. Colección Visor de Poesía, Madrid, 2001 (1931)

miércoles, 7 de julio de 2010

CIFRAN LOS HOMBRES




Cifran los hombres su ideal en la libertad,

amontonando fronteras.





Aforismos en el laberinto, Edhasa, Barcelona, 2003