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lunes, 6 de junio de 2022

La sociedad sucumbirá si la poesía se extingue


 “La palabra, las palabras, están en el centro de todo. Son el embrión que no solo describe y señala y nombra el mundo sino que lo ordena y puede salvarlo, reordenarlo. La palabra es nuestra principal conexión con la realidad y la poesía su mejor vía. Por eso es necesario que las liberemos de ese yugo en el cual las hemos metido”.

“Yo no he elegido la literatura, sino la poesía. No son la misma cosa. La literatura es una posibilidad de la lengua, la poesía es una manera de despertar la palabra. Y debemos hacer una distinción fundamental entre la lengua y la palabra. La lengua es un conjunto de nociones que nos permiten encontrar diferentes aspectos de la realidad, la literatura es la construcción que hacemos de ella por medio del lenguaje. Todas las experiencias están aquí permitidas, todas las distracciones e irresponsabilidades. La poesía es la respuesta que se lanza en dirección a la lengua, cuando nos preguntamos acerca de nuestras necesidades fundamentales. No es un lugar para divertimentos, ni de la experimentación existencial: es el lugar de la exigencia de la responsabilidad”.

“Lo que ha ocurrido es que el sistema educativo ha tenido una preocupación sociológica, científica y psicológica que ha desviado la atención de esta relación que la palabra poética establece con el mundo. Se ha cambiado la experiencia poética directa por la explicación del poema y esa reflexión académica ha dado paso a una situación en la cual la poesía no puede respirar. He ahí el problema con la recepción de la poesía”.

Sentir. Sin temor. Expresar, sin miedo. Dar rienda suelta a la memoria para poder interpretar los versos que cobran nueva vida en cada lector. Algunas personas siguen ahí, asomadas en silencio a lo que dice él, ahora entre lo finito y lo infinito. Pastorea el Tiempo donde está inmerso el ser humano y con el que debe aprender a relacionarse.

“La poesía hace acercamientos más profundos a la condición humana, a lo que sabemos y está detrás. Las grandes obras de la poesía se han arriesgado mucho antes por los laberintos de la conciencia nuestra. En las dudas de Hamlet es donde la modernidad encontró su suelo más fértil”.

La realidad con sus encrucijadas está presente en El territorio interior: “Existir, pero de otra forma, y no en la superficie de las cosas, en el meandro de los caminos, en el azar: como un nadador que se sumergiese en el porvenir para emerger luego cubierto de algas, y más ancho de frente, y de espaldas”. Ir más allá de las quimeras es su invitación, dar a cada cosa su lugar y función. “Es la relación con el otro la esencia del pensamiento moral”. Considera que la poesía es el origen de la preocupación ética o filosófica. No duda en soplarnos que “la sociedad sucumbirá si la poesía se extingue”.


Palabras e ideas embajadoras en poemas como La rapidez de las nubes:



En mi sueño de ayer


El grano de otros años ardía a fuego lento,


Sin calor, en el suelo embaldosado.


Descalzos, lo apartaban nuestros pies como un agua límpida.


¡Oh amiga mía,


Qué distancia tan débil separaba nuestros cuerpos!


La hoja de la espada del tiempo que merodea


Hubiese allí buscado en vano lugar para vencer!



https://elpais.com/cultura/2014/02/07/actualidad/1391788213_007468.html

sábado, 2 de julio de 2016

Yves Bonnefoy, in memoriam



Desde el momento mismo en que emito reservas respecto al instrumento conceptual puede creerse que no soy amigo de la razón, que prefiero el juego libre de la imaginación, tal y como ésta aparece implicada en acciones y acontecimientos concretos de nuestra existencia. No es el caso. Pienso todo lo contrario: que la razón es el único motor concebible del posible progreso humano. ¿Por qué? Porque es capaz de deducir de la realidad empírica formulaciones que todos debemos aceptar, es decir, el mundo de la ciencia. Y, sin embargo, para llegar a esas formulaciones necesita reducir lo que estudia al estatuto de cosa, lo que hace de los objetos de su atención -y también de nosotros- entidades que parecen manipulables y que nuestro deseo querrá poseer, consumir, diría yo. De ahí que nuestra voluntad se vea destinada a perseguir lo irreal, a empantanarse en quimeras, a perderse en lo fantasmal. El pensamiento conceptual, cuando no es ciencia pura, se ve entorpecido por fantasmas que contribuyen a encerrar cada persona en su soledad y a empobrecer el gran intercambio posible.

P. ¿Cuál es el papel de la poesía en el proceso que describe?

R. Es en nombre de la poesía como hay que luchar contra esos fantasmas que empañan el pensamiento, contra esa confusión de la mente ocupada por motivaciones egoístas e inconscientes. La razón, que sabe que un gato es un gato y que dos y dos suman cuatro, nos permite ver de manera más directa cuáles son las necesidades humanas en este mundo. Para mí, la poesía es lo que libera la acción de hipótesis falsas, de representaciones que también lo son y en las que se pierde la palabra. La poesía hace que pasemos del espíritu de posesión, impulsor de equívocos y guerra, al deseo de participación simple y directa en el mundo.

P. El lenguaje está pues en el centro de su reflexión y de su manera de estar en el mundo.

La esperanza que deposito en el lenguaje es la que hace que parezca que no me intereso por los problemas contemporáneos. Mi reflexión, mi trabajo, consiste en dar prioridad a todo lo que puede ayudar de manera más radical y directa a mejorar la situación: no ataco los conflictos o debates del momento, uno a uno, sino que he optado por ir a buscar la raíz del mal: el desastroso empleo que nuestra modernidad hace del lenguaje. Obnubilados como estamos por el desarrollo del conocimiento científico -que, como tal, es admirable- y prisioneros como somos de las aportaciones tecnológicas -que pone más y más distancia entre nosotros y la experiencia de la realidad natural-, hoy sólo pensamos y hablamos de manera conceptual, es decir, sirviéndonos de nociones y representaciones generales, que nada saben del tiempo, que nos hacen olvidar nuestra condición de mortales, que nos impiden comprender el valor fundamental del instante vivido, que nos alejan de los demás seres, unos seres que sustituimos por la idea abstracta que nos hacemos de la humanidad y de cada uno en particular. Resumiendo: perdemos contacto tanto con la profundidad del lugar que ocupamos en la tierra como con la dignidad de las demás personas. Ésa es la maldición que acompaña nuestra palabra.



http://elpais.com/diario/2004/01/10/babelia/1073695150_850215.html