sábado, 24 de octubre de 2015

LOS FELICES




TODOS VOLVIMOS LA CABEZA en medio del circuito. Cuando conseguíamos ser veloces demostrábamos el crecimiento, y una niña se quedó sola, mirando la lentitud de sus pies. Era como si a escondidas nos hubiese adelantado en la carrera hacia la edad adulta y esperase instalada en los días finales de la vejez.
En la adolescencia se apoyaba sobre los hombros de las amigas, y ya no pudo caminar sin sus abrazos. Las acompañantes debieron de aprender más con aquel sufrimiento pausado que con nuestra trivialidad rápida. Es tan bonita que da pena amarla, dijo algún extraño habitante de mi mente.
Los nuevos abrazos se los dio un hombre llegado de una ciudad desconocida. Él, barbirrubio y apacible, sujetaba el cuerpo de la chica durante los paseos y la imagen fue una linterna que nos iluminó los años de odios políticos. Gracias a esa luz, mi pequeño país me pareció un enfermo soleado.
Su salud se fue deteriorando y un día la vimos depositada en una silla de ruedas. El amante empujaba cuidadosamente aquella prisión de la muchacha que, con sus piernas y sonrisa inmóviles, iba al encuentro de los vecinos. Su calma brilló frente a la algarabía de los jóvenes que valíamos nuestro peso en vanidad.
Antes de esfumarse en la polvareda de la última frase, los vuelvo a ver. Vienen hacia mí con el dolor sepultado por su alegría de seres profundos.
La silla de ruedas pasa como un descanso de claridad entre las botellas rotas.

Orquesta de desaparecidos. Ed. Hiperión, Madrid, 2015

miércoles, 21 de octubre de 2015

DEJAD EL BALCÓN ABIERTO



TeclaSmit Teatre inaugura la temporada teatral a Tarragona.

Dejad el balcón abierto, amb textos de Federico García Lorca, donarà el tret de sortirda a la nova temporada teatral tarragonina.

El muntatge, creat i dirigit per Sergi Xirinacs, és un recorregut per l’obra poètica, dramàtica i també musical de Lorca. Conegut com el músico en els seus cercles íntims, l’escriptor va harmonitzar un bon nombre de cançons populars que seran interpretades al piano per Carmen Tur que, d’aquesta manera, encarnarà la figura del poeta.

Sobre el reflex de la lluna, element omnipresent i simbòlic, a manera d’escenari dins de l’escenari, onze actrius interpretaran fragments de Yerma, La Casa de Bernarda Alba, Mariana Pineda i Bodas de Sangre entre altres.

L’espectacle forma part dels actes organitzats en commemoració dels 80 anys de la visita de Lorca a la ciutat de Tarragona.

INTÈRPRETS: Carmen Tur (piano), Antònia Sabater, Isabel Bitria, Mireia Pons, Silvina Valdez, Cinta Ramon, Mònica Ors, Teresa Torija, Carmen Gómez, Montse Sans, Arga Sentís, Duly Ramos.

DIRECCIÓ (i selecció i muntatge escènic): Sergi Xirinacs.

Dissabte 24 d’octubre a les 21:30 hores al Teatre Metropol



https://teclasmit.wordpress.com/2015/10/04/teclasmit-inaugura-la-temporada-teatral-a-tarragona/



 

sábado, 17 de octubre de 2015

LA ORQUESTA DE IRAZOKI




El otoño nos ha deparado un libro de Irazoki. No es algo que ocurra a menudo. Yo lo anunciaría en el telediario; pero esta clase de acontecimientos, como no tienen naturaleza de espectáculo, rara vez constituyen noticia. Tampoco a Irazoki le complacen los focos.
Su obra es como él. Es la obra de un hombre sereno que escribe desde una idea positiva de nuestra pasajera existencia, que agradece los dones de la vida y respeta el idioma.
Este nuevo libro suyo, publicado en Hiperión, lleva por título Orquesta de desaparecidos. Es lo que tiene acumular años e Irazoki, que pronto añadirá uno más a la colección, arrastra unos cuantos. Pierde uno a tanta gente. Son numerosas las personas evocadas por Irazoki en su libro, no pocas de ellas fallecidas. Con unas tuvo trato directo. Otras merecieron su veneración por los valores estéticos o morales que representan. Con todas ha compuesto el poeta su particular orquesta. Y él está allí, en medio de todos sus músicos mudos, prestándoles voz con los recursos propios del arte literario, sobre los cuales ha alcanzado un dominio que salta a la vista.


Hay, pues, recuerdo y mucho paisaje personal, así como poesía en la prosa cuidada de estas páginas continuadoras de aquellas otras de 2006 tituladas Los hombres intermitentes. La infancia, la familia, los amigos, París, los viajes, gente curiosa y alguna que otra invención de veterano surrealista conforman el muestrario de asuntos de esta Orquesta de desaparecidos.
Me abstengo de vaciar el saco de elogios sobre el amigo que los merece, pero no los busca ni los necesita. En todo caso, yo le agradezco al otoño que me haya deparado una alegría con la publicación del libro de Irazoki y al resto de las estaciones del año, por qué no decirlo, el sosegado orgullo de disfrutar de la fraternidad de un hombre bueno, sensible y con talento.


Publicado por Fernando Aramburu en
 http://fernandoaramburu.blogspot.com.es/2015/10/la-orquesta-de-irazoki.html?spref=fb

lunes, 12 de octubre de 2015

Las "ciencias humanas"





Así, todas las ciencias humanas se entrecruzan y pueden interpretarse siempre unas a otras, sus fronteras se borran, las disciplinas intermediarias y mixtas se multiplican indefinidamente y su objeto propio acaba por disolverse.





lunes, 5 de octubre de 2015

ARINTASUN / LEVEDAD

Los dos mundos, el interior y el exterior, huelen a otoño.
El viento, como sin querer, como si nada fuera con él, esto es sin pasión, ni odio ni violencia, ha recuperado esa inveterada costumbre que tiene de llevarse las cosas pequeñas, algunas inútiles, como las hojas y ramas muertas, y otras no, y a mí me parece que todo entre nosotros podía ser más liviano, más ligero, más llevadero por tanto. No es que sea una impresión súbita, que apareciera como por arte de magia, un ejercicio de inspiración recalcitrante, sino que aparece como si fuese un pensamiento superficial y anodino, un pequeño átomo que cae de no se sabe dónde. Tales pensamientos acostumbran a ser sumamente suspicaces e inquietos; no paran, si no es para enredar como hacen los niños. Por esa razón son más difíciles de atrapar, con la fuerza de la cabeza o con la habilidad de la mano, que los pensamientos serios y profundos. ¿Quién puede mostrarse orgulloso de su actitud circunspecta, severa y trágica, si nunca ha atravesado en el cielo las nubes, de uno a otro confín, llevado por las alas frágiles y sencillas de la levedad? ¿Quién sabrá qué es la pesadez del cuerpo, si jamás ha montado en un carrusel de feria, y cabalgado sobre un corcel de madera dando vueltas, mirando alrededor con ojos asombrados y la mente puesta en la lejanía? En ese momento se puede imaginar a sí mismo como si fuese un Gengis Khan moderno, jinete marchando veloz sobre la estepa fría, dueño del suelo que pisa, terror de sus congéneres. ¿Quién no lo ha soñado? ¿Quién no? Nadie puede saber cuál es el efecto del alcohol, si no ha bebido, a falta de amigos, en la más absoluta soledad, un buen vaso de vino o una copa de licor, en lucha consigo mismo, en un lance donde la vida y la muerte se cruzan sus armas. Como nadie puede saber cómo es el más dulce abandono, si nunca se ha acostado a altas horas de la madrugada a la luz de la luna, sobre la arena de la playa, después de haberse refrescado en el mar. Nunca adivinaríamos cómo es el amor, si, a los quince o dieciséis años, no nos hubiésemos enamorado de la débil y fea muchacha de la vecina calle, sin esperanza alguna, hasta enfermarnos. ¿Pero quién lo sabe? ¿Quién? ¿Quién sabe qué es vivir agotada la esperanza, y sin nada que esperar?
No es posible conocer el bien, si antes no se ha probado el fruto del mal.
Tal es la lección más importante que pueda ofrecernos la vida.
El mundo externo no es todo lo que se muestra, sino lo que vemos. El mundo externo pasaría inadvertido, o de otra manera, sin la familiaridad que nos proporcionan los sentidos. Pero, a veces, es imposible ver lo externo, si los ojos de nuestro interior están cubiertos de niebla. Lo externo somos los demás; nosotros también somos, en alguna medida, externos a nosotros. No hay interior sin exterior, como no hay un adentro si no hay un afuera. No hay poeta o artista, que no haya dirigido, alguna vez en su vida, su mirada hacia el exterior, hacia fuera. El interior decide la manera de mirar hacia el exterior, pero lo externo nos dice cómo tenemos que actuar en lo interno.
Señales del otoño, entre ellos la levedad, comienzan a extenderse por todas partes, especialmente en el reino de la lluvia. Vemos las gotas de agua como si fuesen intrépidos bailarines, o como caballos andaluces experimentados, brincando y jugando. Han tomado el color de la hierba, ese verde profundo que aspira a ser amarillo, pues no hay época del año que compita en levedad con el otoño. No hay otra estación mejor para la vida, y tomo la vida en su sentido más amplio, como algo que se come, se bebe y se respira. En la levedad, lo escribió Milena Jesenská, hay más verdad, más espíritu, más bienestar. Las cosas pequeñas que se lleva el viento consigo, los recuerdos ridículos que la memoria se niega a conservar, esos pensamientos inútiles que acabarán en el vertedero, no en el de la historia, sino en el íntimo, son más verdaderos, y por ello nos son más necesarios que las grandes masas y moles de piedra que adornan, es un decir, nuestras calles. A su lado, apenas son nada los recuerdos fantasmales que nos revuelven el estómago, esos grandes pensamientos que no caben en casa y para sobrevivir necesitan seminarios o universidades.
Nosotros, con nuestros sentidos, tomamos la medida del mundo, lo cual no quiere decir que seamos la medida del mundo, como creía Gabriel Aresti.
Los vascos somos de cuerpo y figura ligeros. Hemos construido bonitas y eficaces naves para dar la vuelta al mundo, y de paso traer a casa las preciadas mercancías que adornan los escaparates de nuestros comercios. Somos ligeros, como la piedra que siempre va rodando, como el río que siempre va fluyendo. Nuestras canciones son ligeras, pero por parecer sospechosa dicha ligereza, las cantamos con voz grave y profunda, en coro si puede ser. Nuestras bebidas, el chacolí y la sidra, son ligeras, pero su abuso trae como consecuencia una melopea triste e insoportable. Somos pesados de alma, graves de espíritu, por tener grises y cerradas las moradas internas, sin aire que las renueve. La falta de levedad no es siempre la no levedad, sino algo más, la incapacidad de gozar de la belleza que generosamente nos ofrece la vida.
Estamos más allá, siempre más allá de la belleza y de la vida.
Ya es hora de bajar de ese cielo a la tierra.