domingo, 17 de julio de 2016

El patio. Recuerdos necesarios.










Conocidas las reglas, los movimientos de ciertas figuras, opté por todos los juegos. Me llamaban la atención los populares, en que éramos nosotros los que nos movíamos como nos dábamos a entender. Transformamos y adaptamos algunos, para que un compañero encontrase su sitio. Poco a poco abandonó su agresividad.
Pero no fue bastante. Estaban separados los espacios en nuestra mente. Tras consultar con mi madre, comencé a jugar a la goma, a la cuerda, a la rayuela... Pronto se fueron añadiendo otros niños. En pocos días comprobamos que a las niñas también les gustaba jugar a fútbol e incluso a rugby. El patio de la escuela, sin modificaciones físicas, pasó a ser diferente. No olvidaré nunca aquella alegría en la mirada de los compañeros y las compañeras.







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