sábado, 9 de julio de 2016

El lógos de la responsabilidad






Pero en este espacio en el que cada lógos se encuentra, puede tener lugar también la preeminencia de algunos. Para alimentar esta preeminencia se necesita un poder que aniquile el espacio que, como tal lógos, debe ocupar el otro, o bien le impida desarrollarse. Si el lógos, la racionalidad, es una empresa individual, bastaría con impedir su evolución para que el tiempo que la phýsis necesita para crear su lógos se convierta en un tiempo muerto, en una degeneración. Lo más grave es que el lógos pierde, así, su carácter de intermediario, de método para vivir, de compañía en las decisiones, de juicio y crítica, de evolución y superación. Una prâxis sin lógos, sin principio rector, es imposible. Su imposibilidad se manifiesta en una especie de ceguera, en la que el principio del egoísmo hace regresar al hombre al principio siempre amenazante, porque nunca insuperable, de su animalidad.




EMILIO LLEDÓ. Memoria de la Ética. Ed. Taurus, Barcelona, 2015





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