martes, 12 de junio de 2012

¿Qué hacer?






¿Qué hacer? De crecimiento hablemos



Hace unos días, víctima de la obsolescencia programada, fui a unos almacenes de complementos para coches. Necesitaba recuperar uno viejo para sustituir al que aún no he terminado de pagar, por el cual no me dan ni lo que cuesta el arreglo de medio motor que se ha de cambiar en bloque, no por piezas, conforme a la dinámica diseñada para el consumismo (quien esté libre de pecado…). Me crucé con un grupo de antiguos aficionados a tunearse y a tunear sus coches. Al pasar a su lado escuché:
- “Puta crisis. ¡Si tuviera pasta me lo compraría todo!”
¿Para eso servirá salir de la crisis o buscar alternativas al actual funcionamiento de las cosas? De crecimiento hablemos, o de decrecimiento, si así lo deseamos. Pero hablemos todos. Y de otro crecimiento que el meramente económico.

¿Qué hacer? Afortunadamente las respuestas del estratega ruso caducaron, incluso para los que no quieren admitirlo y pretenden demoler muros a cabezazos para volver a construir los suyos.
Manuel Rivera, amigo editor y poeta, se extrañó hace años de mi sincera respuesta:
- No lo sé. No sé lo que quiero, mas sé lo que no quiero, y no es poco.
Amigos que no entendían las preocupaciones que transmitía en mis líneas, comparecen en las plazas y en las calles ante la brutal vigencia de unas contradicciones que sólo permanecían bien camufladas. Hoy los poetas volvemos a toparnos de bruces con la realidad y, como en otras épocas, el peso de la urgencia puede escorar las naves.
Reconozcamos que no es imprescindible ir a remolque de las circunstancias, ni arracimados en torno al oportunismo, ni como cabeza de ratón, ni como cola de león...
Comenzar por reconocer que las viejas respuestas ya no sirven sería un primer paso. El segundo, admitir que no tenemos ni existen respuestas absolutas, universales, por más que religiones e ideologías sigan cumpliendo sus funciones.
Esta situación, que tiene, como todas, su reflejo interior, puede vivirse con ansiedad y, como consecuencia, se manifiesta la tendencia a sumarse a uno u otro redil. Así, algunos se aferran y otros cambian, de un extremo a otro si es preciso. No es tan sorprendente, desde esta perspectiva, el ascenso de la extrema derecha entre ciertas bases sociales francesas.
Situaciones con ciertas semejanzas se han vivido en otros momentos históricos, quizá sin tanta virulencia, por la muerte de más de un dios y más de un profeta laico. Sin embargo, con todos sus riesgos evidentes, la actual constituye una condición de posibilidad (veremos si aprovechada o no) para el surgimiento de nuevos sueños (esperemos que sin monstruo en el vientre).
Este surgimiento se produce a partir de una contribución colectiva, quizá imbricando diferentes paradigmas (social, ecológico, intercultural, pacifista…) con aportaciones desde los diversos sectores.
Por otra parte, se abre camino el convencimiento de que no habrá suficiente con unos cambios estructurales, sean cuales fueren, mientras no vayan acompañados de cambios en las personas, mientras no tengamos cada uno la voluntad y el coraje de crecer.














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