lunes, 1 de julio de 2013

Apelar al amor y a la razón será inútil mientras...





Este tipo de datos relativizan la hipótesis que yo compartí durante un tiempo: que sólo la vivencia de los dolores tempranamente reprimidos puede anular los bloqueos emocionales. La experiencia no ha corroborado de forma incondicional esta suposición. Lo cierto es que, hasta ahora, no se han investigado de manera realmente sistemática los otros accesos a las emociones. (…)



Poder expresarse –a través del canto, la música, la escritura, la pintura o la cerámica- es siempre placentero. Tras leer el libro de Damasio, pienso que el enfrentamiento con los traumas reprimidos no es la única, sino una de las muchas posibilidades de descubrir la intensidad del mundo afectivo personal y familiarizarse así con él. La ventaja de los otros descubrimientos radica en que pueden cumplir una función constructiva y nutricia, que posibilita por primera vez la integración de las antiguas experiencias dolorosas en caso de que aún sea necesario.  Sin embargo, los viejos traumas se desvanecen la mayoría de las veces, pierden importancia en un presente que ofrece al afectado la posibilidad de expresarse libremente y, sobre todo, de mantener un estrecho contacto con sus sentimientos y necesidades actuales. (...)
 

 


Correrá menos riesgo de idealizar a personas y sistemas si antes se ha dado cuenta exacta de cómo, en su momento, vivió cada palabra de su madre o de su padre como si fuera la verdad suprema. Y puede ocurrir que, al escuchar una conferencia realmente mala o al leer un libro realmente malo, sienta primero la misma fascinación y asombro infantiles de entonces, pero al mismo tiempo advierta el vacío que acecha detrás, o alguna tragedia humana que le produzca escalofríos. A una persona así no podremos impresionarla con palabras fascinantes o incomprensibles, porque se ha hecho adulta a partir de vivencias. A fin de cuentas, una persona que haya padecido conscientemente su propio destino en toda su tragedia, sentirá el sufrimiento del otro con mayor intensidad y rapidez, aunque éste aún tenga que superarlo. No podrá burlarse de los sentimientos de otro, no importa de qué tipo sean, si es capaz de tomar en serio los suyos propios. No seguirá dándole vueltas al círculo infernal del desprecio. (…)

              
El futuro de la democracia depende de este paso adelante del individuo. Apelar al amor y a la razón será inútil mientras estos pasos para esclarecer los sentimientos sigan siendo obstaculizados. Es imposible combatir el odio con argumentos; hay que comprender su origen y utilizar un instrumental que permita su desaparición.


ALICE MILLER, El drama del niño dotado y la búsqueda del verdadero yo. Ed. Tusquets Ensayo, Barcelona, 2001





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