sábado, 25 de octubre de 2014

La mirada de Pinilla




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Todos los recuerdos son literarios, invención, recreación y narración de un tiempo que no fue, en un lugar que no existió. Todos los recuerdos son imágenes que empalidecen a la luz de lo real, que, como un río, fluctúa en su propia condición líquida y acuosa. Recordar lo sucedido en el pasado es imaginarlo, porque nada sucedió como lo recordamos ni nada se recuerda como sucedió. Nadie se sumerge dos veces en el río de la realidad, bien para zambullirse y nadar, bien para cruzarlo y llegar a la otra orilla. Lo que fue ya no es ni será. Ni siquiera fue cuando fue. Las orillas son nuevas, como somos nuevos cuando recordamos y vivimos lo recordado. Somos seres confusos y difusos en una orilla neblinosa.
La obra de Ramiro Pinilla, recientemente galardonado con el Premio Euskadi, es un gran monumento dedicado la memoria, no histórica en sentido literal, sino literaria en el sentido histórico. La historia puede ser provisional, como la espera de luz nueva, lluvia nueva, savia nueva, pero la literatura no lo es. Se levanta sobre el barro de la historia y construye un edificio por donde resbalan y caen las gotas de lluvia, la vida vivida y la otra, la que pasó entre sueños y pesadillas, en duermevela.
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 Escribir es mirar y señalar las cosas que suceden o han sucedido, tal y como se ven desde esa falsa atalaya que es la memoria. La mirada de John Ford es una sirena varada en el lecho de un río que se secó y espera la venida de las aguas. La de Pinilla, mirada no única, mirada múltiple y compleja, es como la de una flota que espera en puerto la llegada del huracán, quizá del diluvio.






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