miércoles, 12 de febrero de 2020

El erudito



Otra muestra de prudencia y de autodefensa consiste en reaccionar las menos veces posibles, y en evitar las situaciones y las condiciones en que nos veríamos condenados a dar una muestra, por así decirlo, de nuestra “libertad”, de nuestra iniciativa, convirtiéndonos en un simple reactivo. Pongamos, como ejemplo la relación con los libros. El erudito, que en realidad ya no hace otra cosa más que “revolver” libros (unos doscientos al día en el caso de un filólogo medio), termina perdiendo totalmente la capacidad de pensar por sí mismo. Si no revuelve libros, no piensa. Para él, pensar es responder a un estímulo (un pensamiento leído); al final, lo único que hace es reaccionar. 
El erudito emplea toda su fuerza en aceptar y rechazar, en criticar cosas ya pensadas, ya que él no piensa.




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