domingo, 12 de octubre de 2014

Del derecho al ateísmo



Existe un instrumento formidable para medir la barbarie y el progreso, y es la intolerancia al ateísmo. Nuestros maestros pensadores toleran lo que les resulta familiar y defienden los derechos, por ejemplo el derecho de prensa, pero únicamente cuando lo que se está defendiendo es su propia concepción del mundo. Por el contrario, si se trata de tolerar, ni hablemos de lo intolerable sino simplemente de una visión alternativa a la de ellos, entonces los tolerantes de papel sacan la artillería pesada.

Lo mismo ocurre con el ateísmo, bastante poco generalizado si se tiene en cuenta la enorme cantidad de gente que cree en cualquier pavada: el Dios judío que abre el mar en dos para dejar pasar a su pueblo, el Jesús cristiano que camina sobre las aguas o resucita tres días después de su muerte, Mahoma que no sabe escribir pero transcribe escrupulosamente los versículos del Corán, como también las profecías del Dalai Lama sobre la reencarnación de perros y gatos y las extravagancias raelianas sobre la salvación a través de clones asistidos por platos voladores, son todas ofensas a la razón razonable y razonante...

Si a uno se le ocurriera sonreír y afirmar alegremente que no cree en dioses que desafían de este modo las leyes de la naturaleza, enseguida lo cubrirían de epítetos infamantes. ¿Te burlas del Dios de los judíos? Antisemitismo. Muy rápido te empezarán a comparar con Hitler. ¿Te ríes del Dios de los cristianos? Blasfemia. Rápidamente serás considerado el anticristo, el diablo, Satanás. ¿Dudas del Dios de los musulmanes? Islamofobia. Serás inmediatamente colocado a la extrema derecha de Le Pen. Y la letanía va en aumento: sacrilegio, injuria, ofensa, y aunque defiendas las libertades de pensamiento y expresión, ¡te terminarán colocando en el campo de los intolerantes alérgicos a la democracia!

Reivindico el derecho a no creer en las fábulas y, sobre todo, el derecho a poder expresarme sin ser tomado por alguien que desprecia, insulta, ultraja, ataca, ofende o provoca. El derecho al ateísmo es un barómetro de la auténtica democracia: desconfíen de aquellos que profieren insultos cuando uno se ríe de las chiquilinadas de la razón poco razonable, están hechos de la misma madera que los Savonarola o Fouquier-Tinville.


Filosofar como un perro. Capital Intelectual, 2013

1 comentario:

  1. A veces "los tolerantes de papel" no necesitan, estimado Michel, sacar la artillería pesada. Les basta con controlar sibilina, pero férreamente los medios y relegar al ostracismo cualquier movimiento interneuronal que no controlen. No pasa nada. También se han perpetrado y se perpetran, desde los paradigmas supuestamente contrarios, las mismas tropelías. Creo que, si algo hemos avanzado, es precisamente en la necesidad ineludible del respeto. Personalmente, considero una necedad cualquier tipo de agresión que se justifique o ampare en el convencimiento, por absoluto que sea, de la supuesta "verdad". Intentaré siempre no caer en la arrogancia estúpida de quien se considera con derecho a imponer su verdad, a diferencia de algún filósofo contemporáneo ensalzado en los medios, que cita las palabras de Orwell en Homenaje a Cataluña:-"...Por primera vez desde mi llegada a Barcelona fui a ver La Sagrada Familia, una moderna catedral y uno de los edificios más horroroso del mundo. A diferencia de la mayoría de iglesias de Barcelona no había sido dañada durante la Revolución. Según el pueblo, se había salvado gracias a su "valor artístico". Pienso que los anarquistas demostraron mal gusto al no destruirla cuando tuvieron ocasión..." Estupidez del gran escritor y estupidez del filósofo en boga, aunque se publique en El Cultural. Reclamo, no obstante, el respeto hacia quien no necesita creer en dioses para defender valores, sentimientos...

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